Bonobús urbano
Las contradictorias noticias municipales sobre el pago, en 2005, del bonobús de Tussam para los mayores que desde hace más de 15 años lo disfrutan gratuitamente, ha tomado un sesgo en el que intuimos que el propósito del Ayuntamiento no se dirige a una defensa de los usuarios más necesitados que pagarían menos o nada, sino a un mero prurito recaudatorio.
Incremento recaudatorio que poco influiría en la financiación, entre otros discutibles gastos, de la inmensa e interminable amortización del faraónico e inutilizado estadio de la Cartuja; de las electoreras y puntuales ayudas a cofradías, peñas y asociaciones de festejos y charangas; de las comidas conmemorativas, cuchipandas y demás fastos de ediles y personalidades; de los bien pagados asesores áulicos; de los muchísimos coches oficiales; de enjugar los anuales déficits de la casi desértica Isla Mágica.
Todo está bien, menos continuar teniendo el detalle de ayudar, con el chocolate del loro, a los ancianos que viajan en los transportes urbanos. Ancianos que hicieron posible, con su esfuerzo e impuestos, la Sevilla que hoy disfrutamos. Ancianos que costean, con su nunca pingüe pensión de jubilación, la estancia de los hijos solteros que permanecen en el hogar familiar. Ancianos que ayudan a sobrevivir a sus hijos casados, en paro o con trabajos precarios, y con cargas familiares. Ancianos que deben sobrellevar una situación de degradación física y mental, que se palía, a veces, con más gastos en farmacia, en asistencia domiciliaria...
Esperemos, al menos, que los responsables económicos del Ayuntamiento tengan en cuenta estas circunstancias cuando establezcan los baremos de precios del billete de autobús urbano para los viejos. Viejos agraviados, estimo yo, al quitarles un derecho adquirido y cuya eliminación no creo que equilibre la caja de la Corporación hispalense.
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