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Crónica:FÚTBOL | Décima jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Este Valencia es una ruina

El equipo de Ranieri, superado en todos los frentes por el Getafe, sigue su caída en picado

Ha entrado el Valencia en una dinámica peligrosa, lastrado por las bajas y por la incapacidad de sus jugadores (los mismos jugadores que hace bien poco hicieron historia) para cambiar el rumbo, contagiados por un técnico que parece estar hecho un lío. Reconociendo que las lesiones de futbolistas de la talla de Ayala, Aimar y Vicente, sobre todo Vicente, no tienen precio como excusa, lo cierto es que el conjunto vive en estado de coma y da la sensación de saltar al césped a jugar, o como se llame, porque no tiene otra cosa mejor que hacer.

El juego del Valencia parece reflejar su estado de ánimo. Está mustio el equipo, sin brio, sin fe. Sin nada. Poco que ver con el grupo que la pasada campaña, aun sin enamorar, gobernó en la Liga con mano firme. Quizá el problema actual sea, precisamente, de gobierno, con el club golpeado por noticias de aspecto turbio, que si la inacabable lesión de Vicente, que si el culebrón de la renovación de Mista, que si la rebelión de Fiore... Entre unas cosas y otras, el Valencia actual es irreconocible, y puede verse, como se vio ayer, a merced del Getafe, un equipo construido desde la modestia, parcheado aquí y allá, y que, a falta de otras virtudes relacionadas con el glamour, enseña un fútbol más que decente.

GETAFE 1 - VALENCIA 0

Getafe: Sánchez Broto; Yanguas, Belenguer, Nano, Pernía; Vivar Dorado, Gabi, Diego Rivas, Riki (Craioveanu, m. 78); Míchel (Gallardo, m. 63) y Pachón.

Valencia: Cañizares; Curro Torres, Marchena, Caneira, Carboni; Baraja (Sissoko, m. 81), Albelda; Rufete (Xisco, m. 69), Mista (Corradi, m. 46), Angulo; y Di Vaio.

Gol: 1-0. M. 18. Falta en el vértice izquierdo del área grande que lanza Míchel y su disparo, raso, se cuela por la barrera y entra por el palo derecho de Cañizares.

Árbitro: Daudén Ibáñez. Amonestó a Gallardo, Gabi, Gallardo, Baraja, Albelda y Corradi.

Unos 14.000 espectadores en el Coliseum Alfonso Pérez de Getafe.

Los de Quique, a falta de virtudes relacionadas con el 'glamour', enseñan un fútbol más que decente
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Dos ocasiones dignas de llamarse así tuvo el Valencia. La primera la protagonizó Belenguer, a la sazón defensa del Getafe, autor de un fantástico remate que se estrelló en el larguero de su propia portería. La segunda la desbarató Sánchez Broto, quien de forma espectacular sacó el cabezazo de Corradi. Era el minuto 92 de partido, de un partido que tiró por la borda el Valencia con un fútbol plomizo, táctico hasta el bostezo, plano, irrelevante.

Se movió el Getafe al son que marcó Gabi, hábil en la dirección, sobrio, quien lejos de meterse en jaleos se aprovechó de la labor de desgaste de Diego Rivas para dirigir a los suyos con buen criterio. El cuadro madrileño, que comenzó su andadura en Primera con la timidez propia del debutante, se ha quitado el susto de encima. Y lo ha hecho apelando a valores a menudo vetados para un club pequeño, como la valentía. Buena parte de culpa, sin duda, la tiene el inquilino de su banquillo, Quique Flores, que se ha empeñado en que el equipo apueste por el fútbol ofensivo, por mucho Valencia, o Real Madrid, que tenga enfrente.

Le falta gol al Getafe y es ésta una desventaja de enorme calado. Porque si no le faltara gol habría salido a hombros del Bernabéu en la jornada anterior. Ayer superó el trance gracias a un tanto de Míchel que pasará a la historia por lo que significó, no por su ejecución. Porque se produjo de la manera más tonta. Fue una falta en el vértice del área. Tocó Míchel en corto, Gabi pisó el balón, y el tiro de aquél, raso, al palo izquierdo de Cañizares, no prometía nada. Sucedió, sin embargo, que Rufete y Di Vaio, que se pusieron en la barrera se supone que para obstaculizar el disparo, hicieron lo contrario. Se dieron la vuelta como si se les viniera encima una pedrada, levantaron los pies y el balón rodó por ahí, directo al palo más cercano, con Cañizares paralizado al suponer que quienes formaban la barrera eran amigos o, al menos, compañeros de equipo.

Se vio el Getafe por delante en el marcador y se gustó. No fue capaz de sentenciar en un par de llegadas que merecían mejor premio que la pérdida del balón por parte de un Míchel que, recién salido de una lesión, se empeñó en el más difícil todavía cuando es obvio que su fútbol anda lejos de parecerse al de Zidane. Pero el Valencia no daba señales de vida. De hecho, durante muchos minutos su acción más recordada fue la entrada de Carboni a Yanguas, al que clavó los tacos de forma alevosa. Cuestión de impotencia.

Ranieri optó por mover ficha y prescindió de Mista en beneficio de Corradi. Y lo cierto es que algo cambió. El Getafe, que apenas sufría en defensa, fue olvidándose del balón, del que se apoderó el Valencia no se sabe bien para qué. Albelda y Baraja no conseguían darle salida y las bandas eran territorio hostil. De poco sirvió que apareciera Xisco, al que se suponía capacitado para darle chispa al equipo. Por entonces el Getafe había plegado velas a la espera de que algún contragolpe le reportara alguna ganancia. Pero su inocencia le impidió llegar más lejos, amén de que bastante tenía con apagar los fuegos que iba provocando Corradi.

Tras uno de ellos, el italiano cazó el centro desde la banda de Angulo y cabeceó con todo. Voló Sánchez Broto y sacó con la manopla el balón, que se iba dentro, en lo que hubiera supuesto el empate, un castigo inmerecido para un Getafe que superó a un rival minúsculo, cuyo fútbol ha desaparecido entre el ruido de sables que se ha apoderado del club.

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