Los planes del Valencia en la operación del nuevo Mestalla chocan con la ley y con los precedentes
La última y polémica ampliación del campo juega en contra del club y el Ayuntamiento
Las expectativas del Valencia en la operación del nuevo Mestalla chocan con la ley, las reticencias de los técnicos municipales a favorecer los intereses del club de fútbol y los antecedentes, entre ellos la última y polémica ampliación del campo, realizada merced a una modificación del plan urbanístico anulada posteriormente por un tribunal. El proyecto del Ayuntamiento pasa, en todo caso, por llegar a un acuerdo con el Valencia, que abandonaría su vetusto estadio para trasladarse a la avenida de Cortes Valencianas, donde en un solar municipal de 90.000 metros cuadrados se construiría la instalación.
Las expectativas del club son un disparate, según un experto urbanista
La operación mantiene en vilo a los vecinos de la zonas afectadas y a la oposición
La edificabilidad de la manzana que ocupa el actual Mestalla marca la negociación entre el Ayuntamiento y el Valencia, presidido por el empresario y constructor Juan Bautista Soler. Sobre una parcela de 33.000 metros cuadrados, los dirigentes valencianistas pretenden sacar entre 80.000 y 100.000 metros cuadrados edificables y unos ingresos que rondarían los 200 millones de euros. Un disparate, según algunos expertos, que se atienen a los precedentes y a la edificabilidad del entorno del vetusto Mestalla, cuya densidad definirá el número de metros que se pueden construir.
"Después de la chapucera ampliación de Mestalla consentida por el Ayuntamiento", asegura un promotor, "ningún técnico municipal está dispuesto a firmar cosas raras. La ley es muy clara. Esto no es una decisión política, como creen muchos directivos del Valencia. Tanto el Ayuntamiento como el Valencia van a recoger lo que han sembrado. Al Valencia le va a pasar factura aquella chapucera ampliación".
Los parámetros urbanísticos que presenta la ley chocan con las expectativas del Valencia. Las cifras, según fuentes municipales, rondarán los 67.000 metros cuadrados edificables. El Valencia, tal y como está el mercado, obtendría unos 2.000 euros por metro cuadrado. Es decir, 134 millones de euros, cantidad que iría destinada a liquidar su deuda: unos 130 millones. El resto lo aportaría a una sociedad creada para financiar el nuevo estadio, cuyo coste rondaría los 50 millones de euros. Para obtener esta cantidad, el Ayuntamiento, la Generalitat y el Valencia proyectan solicitar un crédito ante el estado de las arcas oficiales, bajo mínimos.
La operación urbanística mantiene en vilo a los vecinos de los barrios afectados. También a la oposición, que ha presentado alternativas para evitar los excesos municipales. La propuesta del grupo socialista reserva 12.000 metros para zonas verdes o parque urbano, 10.000 para equipamiento y deja los 9.000 restantes para el club. El portavoz socialista, Rafael Rubio, subraya que la operación no puede compensar al club a costa de los intereses generales y pide transparencia en la negociación.
Por su parte, el teniente de alcalde, Alfonso Grau, asegura que Juan Bautista Soler aceptará la edificabilidad de los informes técnicos y que él no avalará otra cosa. "Ya no nos creemos nada", asegura Sol Romeu, presidenta de la Asociación de Vecinos de La Amistad, que agrupa los barrios de Algirós y Exposición; "hemos solicitado estar presentes en las negociaciones. Aquí van a chocar los intereses especulativos con las necesidades de los vecinos. Seamos serios todos para evitar que pase lo mismo que pasó con la última ampliación de Mestalla, autorizada por el Ayuntamiento". [El Tribunal Superior de Justicia, en una sentencia hecha pública el 28 de octubre de 2003, anuló la modificación del plan urbanístico que permitió la obra].
La preocupación es patente también en los vecinos de Campanar y Benicalap, conscientes de los inconvenientes e incomodidades -el tráfico colapsado los días que hay partido de fútbol; la impune infracción de las normas de tráfico...- que supone tener un estadio de fútbol cerca. De todo están advertidos. "En Algirós", relata Romeu, "hemos soportado esta situación muchos años. Las calles se bloquean, si surge una emergencia las ambulancias no pueden entrar; las autoridades deberían elaborar estudios para medir el impacto que tendrá el estadio en la pista de Ademuz".
"Lo único que sé", dice Evaristo Muñoz, presidente de la Asociación de Vecinos de Benicalap, "es que en una parcela de 90.000 metros destinados a uso deportivo van a construir un estadio. Nos van a quitar un terreno hermoso que podría destinarse a la construcción de polideportivos para los chavales de la zona. Eso por no hablar de lo que se nos viene encima: la masificación de vehículos, la subida de los precios, el aumento de la delicuencia..., todo lo que ocurre en torno a una obra como ésta".
La ubicación del nuevo estadio ha sido uno de los caballos de batalla de la negociación, sobre todo porque la parcela de la pista de Ademuz nunca ha convencido al constructor Bautista Soler, máximo accionista del Valencia. Para el arquitecto y urbanista Alejandro Escribano, quien diseñó el Plan de Ordenación Urbana, el solar de la Avenida Cortes Valencianas es un "buen" lugar: "Desde el punto de vista de la imagen, es un buen sitio. Es una avenida emblemática, una vía que cumple una función vital. Y además tiene metro. Aún así, habría que tomar medidas para reducir la congestión de vehículos, como reforzar el metro y abrir vías de penetración alternativas. Está claro que el proceso de selección no ha sido el idóneo: 'tengo este suelo y ahí pongo el estadio'. De todas formas, el sitio es bueno. No hay otra alternativa".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.