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Reportaje:MATANZA EN UNA VIVIENDA DE VALDEZARZA

"¿Por qué han matado al bebé?"

Los familiares de las víctimas juran tomarse la venganza

F. Javier Barroso

Ni la lluvia ni el frío de la madrugada atemperaron ayer el dolor de los familiares. La tensión del medio centenar de ellos que se congregaron a las puertas de la vivienda del joven matrimonio y de su bebé asesinados no dejaba de sentirse, de palparse por medio de chillidos, de lloros y de mucha rabia, unas veces contenida y otras claramente manifiesta. Mujeres con el pañuelo en la mano, hombres con los ojos enrojecidos. Y mucho dolor. Ésa era la escena que se vivió durante casi tres horas en la calle de Sánchez Preciado, en el barrio de Valdezarza (Moncloa-Aravaca).

"Tengo clara una cosa. Yo me he pasado 10 años en la cárcel, pero no me importa pasarme otros 20 más si encuentro al que ha hecho esta matanza". Es la voz de un tío de Amalio M. V., el joven muerto de una cuchillada en el corazón. Y es que ése era el sentimiento de muchos de los presentes. "¿Por qué han matado al bebé? ¿Qué culpa tenía una criatura que no ha hecho nada? El que ha hecho esto tiene que pagar con la muerte", gritaba una anciana con el pelo cubierto por un pañuelo.

"Me convertiré en vampiro. Estaré en la calle hasta dar con estos asesinos"
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Uno de los hombres con más autoridad, que portaba un bastón de madera con la punta rematada con remaches, logró calmar a los congregados. Un numeroso contingente policial logró contener al grupo, que amenazaba con entrar a la casa y recuperar los cadáveres de sus familiares. Pero se impuso la autoridad. "Poneos todos a este lado de la acera y dejad a la policía tranquila", les gritó en medio de un coro de llantos. Y fue obedecido.

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"Era una pareja encantadora que nunca se metía en problemas. Amalio se ganaba la vida con su padre, en la venta ambulante. No tenía ningún enemigo", añadía un joven con las manos temblorosas. "Acabo de llamar al padre de Ada [la joven asesinada] y no se lo podía creer. Ya están de camino", explicaba el tío del fallecido. "¡Pobre Amalio! ¡Con lo buena persona que era!", no dejaba de gritar una muchacha que lloraba compulsivamente.

Uno de los momentos críticos se vivió cuando llegaron tres coches de gran cilindrada a la zona del homicidio. En ellos viajaban los padres y familiares más cercanos de la joven. "Pero, ¿quién ha sido el asesino? ¿Quién ha podido hacer una barbaridad así?", gritaban según se acercaban al cordón policial. En ese momento, los agentes tuvieron que contener a una quincena de personas porque iban directas a la casa. También se enfrentaron a los escasos cámaras de televisión y fotógrafos que hacían guardia en la calle. "¡Como no apagues eso [la cámara], aquí va a haber más muertes! No queremos que grabéis nuestro dolor", fueron frases suficientes para que las cámaras apuntaran al suelo.

Mientras, una anciana con los ojos repletos de lágrimas se acercó con los brazos en alto a una agente de policía. "Déjeme pasar. Tengo que verlos. Son mis nietos. Tengo que verlos", repetía, mientras la policía la cogía con suavidad y le pedía que se tranquilizara. Al cabo de cinco minutos volvió la tranquilidad. Para evitar mayores problemas, los agentes colocaron a los familiares a un lado del cordón policial y a periodistas en otro. Pero el tío de Amalio y el padre de Ama decidieron poner las cosas claras. Se acercaron escoltados por varios policías de la Brigada de Seguridad Ciudadana y lo dejaron claro ante las cámaras: "Esto no es un ajuste de cuentas. A Amalio y Ada los han matado unos ladrones que querían robarles lo que tuvieran", explicaron. "Son gente de aquí, que los tienen que conocer y que los han matado para que no les reconocieran", añadieron.

En la calle, los policías comprobaron si había huellas o restos de sangre en el Opel Vectra que conducía el fallecido, pese a ser menor de edad y carecer de carné de conducir. Los investigadores de Homicidios y de la Policía Científica no hallaron nada destacable.

El culmen del dolor llegó de la mano del furgón funerario. El medio centenar de familiares se arremolinaron junto a la cinta de seguridad de la policía, mientras los funerarios sacaban uno a uno los tres cadáveres. Chillidos desgarrados y hasta algún amago de desmayo se vivieron en cuestión de cuatro o cinco minutos. Algunos hombres miraban para cualquier lado, incluso al cielo, mientras las mujeres se cogían unas a las otras para no caer desfallecidas. Era el dolor en estado puro por la triple pérdida de tres menores cosidos a puñaladas. "Me he de conventir en vampiro. Estaré todas las noches en la calle hasta que dé con estos asesinos. No voy a parar hasta dar con ellos", decía un joven a otro.

Según arrancaba el furgón, los policías abrieron el cordón policial, lo que facilitó que el vehículo saliera a toda velocidad. Tras hacerles las autopsias en el Instituto Anatómico Forense, los cadáveres fueron trasladados al Tanatorio Sur. Amalio, Ada y su hija Jessica serán enterrados hoy. Los tres juntos en una misma sepultura.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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