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Columna
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De oca a oca

Antonio Elorza

Todo indica que la larga noche presidida por el terrorismo de ETA está llegando a su fin. A la vista del acta de defunción que levantaba la carta de los seis, el comunicado de la banda en el Día del Gudari, a fines de septiembre, adquiere el sentido de una respuesta a aquella en que la voluntad de prolongar una existencia ya inútil sólo puede justificarse por sí misma. En el vídeo de presentación, los encapuchados dejaban la mesa con la ikurriña de fondo para refugiarse en un bosque y la última ilustración consistía en la lista de nombres de los etarras muertos sobre la imagen de un arroyo, y a los acordes del Eusko gudariak. Los mártires del pasado proporcionan el único respaldo posible para una argumentación continuista que sólo puede basarse en desconocimiento absoluto de la realidad vasca. Amén de las ya habituales referencias a la opresión hispanofrancesa, todo recuerda las descripciones agónicas de Sabino Arana sobre la muerte del vascuence y de la patria vasca. "Queremos evitar el aniquilamiento de los cimientos que nos convierten en pueblo", "nuestro pueblo se muere si no lo defendemos", afirman los etarras mirándose a sí mismos. Exigen, en consecuencia, la autodeterminación, y para "el conjunto de Euskal Herria", lo cual les permite por ahora tomar distancias respecto de la autodeterminación para la CAV de Ibarretxe. Callejón sin salida, salvo que vuelvan a contar con los recursos para sembrar la destrucción. Tal como están las cosas, por una u otra vía (acuerdo parlamentario o plebiscito en las autonómicas), resulta inevitable la captación del capital político del nacionalismo radical por la estrategia del PNV.

El único inconveniente para los españoles consiste en que el declive del terrorismo vasco se ha visto acompañado por la entrada en escena del terrorismo islámico, y todo indica que el trágico episodio del 11-M fue sólo el inicio de una prolongada contienda. Los integristas actuantes en la estela de Al Qaeda tienen a favor suyo en nuestro país la cercanía con Marruecos y la presencia de una población musulmana en cuyo interior pueden moverse como peces en el agua. Así las cosas, algunas enseñanzas pueden extraerse de la larga marcha de la democracia contra el terrorismo de ETA.

La primera es el peso, tantas veces menospreciado, de la ideología. El texto etarra del 27 de septiembre muestra hasta qué punto es importante, tanto para definir la orientación de la estrategia terrorista como para impulsar el compromiso de los militantes y, llegado el caso, resistir en condiciones excepcionalmente difíciles. Si ETA hoy sobrevive es porque asume los postulados esenciales de la religión política de la violencia forjada por Sabino Arana, la exigencia de luchar a muerte por ese País Vasco que supuestamente agoniza, de la misma manera que el shahid se suicida gozoso en el acto terrorista, ya que cumple los mandatos de Alá. La acción en este terreno resulta indispensable para segar la hierba bajo los pies de los grupos sociales propensos a involucrarse en la acción terrorista.

La segunda lección es que el núcleo de la lucha consiste en la actuación policial, llevada a cabo dentro de un estricto respecto del Estado de derecho. Guantánamo ha forjado muchos más terroristas que ha tenido enjaulados, y otro tanto cabe decir de los GAL. Pero sin una acción policial focalizada sobre el fenómeno del terror, y al mismo tiempo fruto de una estrecha colaboración internacional, la ventaja de una organización binacional como ETA, o transnacional como Al Qaeda, se hace insuperable. La derrota de ETA tiene un nombre: cooperación hispano-francesa. Hoy todo el mundo occidental está en situación de riesgo, y con Bush renovado más que nunca, la coordinación apoyada en suficientes efectivos constituye el único instrumento válido para impedir el goteo de atentados del megaterrorismo.

Y está, por fin, la atención al contexto, en el caso de Al Qaeda, tanto por lo que toca a la escena internacional que en estos momentos le proporciona simpatías crecientes entre los musulmanes de todo el mundo como en la esfera de una normativa que debe actuar sobre la sociabilidad favorable a los terroristas como sobre sus fuentes de financiación. Sin supuestas causas justas que defender, difícilmente es posible ganar simpatías para el terror. Sin dineros, tampoco.

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