Matrimonio bien avenido
Es un matrimonio bien avenido éste de la copla y el jazz. En ocasiones, excelentemente bien avenido, y hablamos de una de ellas. Martirio y el Chano Domínguez Trío han hallado la fórmula de un entendimiento, de un acoplamiento perfecto, sin fisuras.
Y nos lo sirven en bandeja. Se barajan nombres importantes de la copla: Juana Reina, Miguel de Molina, Marifé de Triana, Concha Piquer... Domínguez pasa sus creaciones por ese laboratorio de jazz que es su piano y nos ofrece versiones nuevas, incluso muy nuevas, pues el jazz es otro lenguaje que no tiene nada que ver con el de gran orquesta que bordaba -o no la bordaba, dependía de la calidad de la formación, que no siempre era idónea- la copla antiguamente.
Acoplados
Martirio (voz), Chano Domínguez (piano), Mario Rossi (contrabajo), Guillermo McGill (percusiones). Centro Cultural de la Villa. Madrid, 31 de octubre.
Y Martirio pone la voz. Una voz hecha a la copla, con cuerpo natural, con capacidad para matizar ampliamente, generosamente, la copla. Martirio está lejos de ser una pegavoces, puede mecerse dulcemente casi en el susurro, gustosamente. Pocas veces he visto administrarse la voz con tanta inteligencia, con un apego tan profundo a lo que la copla quiere expresar. Nadie canta hoy la copla con su entrañamiento, con la verdad de su expresión.
Cantó mucho -hora y tres cuartos sin descanso-, y lo hizo con autoridad y dominio. Algunas de sus creaciones fueron excepcionales. Por ejemplo, Torre de arena, La bien pagá, Ojos verdes..., dándoles una consistencia mucho más importante que la de origen. Estas coplas ya no son sólo eso, coplas más o menos ligeras que pasan, vuelan y nos dejan la sensación de algo que a fin de cuentas es fugaz. Martirio les da profundidad, las convierte en joyas de nuestra canción, en verdaderas obras de arte.
Hay, también, un espacio para el humor, en esa magnífica versión que ella y Chano Domínguez hacen de Mi marío. Los dos derrochan ingenio, saber hacer con desenfado y ligereza, llevar la copla a un terreno poco habitual en ella, pero que indudablemente es un terreno privilegiado, también, para ciertas creaciones de un género que hasta hace no tanto tiempo estuvo más o menos relegado a la periferia del arte.
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