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Torrevieja ofrece a los turistas 775 habitaciones de hotel frente a 75.000 segundas residencias

Un estudio subraya la debilidad de una industria sustentada sobre el negocio inmobiliario

El negocio inmobiliario genera grandes beneficios a corto plazo, tanto para los promotores como para las corporaciones municipales. Pero no es el mejor soporte para una industria turística sostenible. Todo lo contrario. Un estudio elaborado por Tomás Mazón y Antonio Aledo, sociólogos de la Universidad de Alicante, revela los problemas económicos y sociales que genera una industria mal enfocada. La localidad de Torrevieja, que ofrece a sus visitantes 775 habitaciones de hotel frente a más de 75.000 segundas residencias, es el paradigma de un error.

Mazón y Aledo, en un trabajo financiado con fondos destinados a I+D+i de los desaparecidos Ministerio de Ciencia y Tecnología y Consejería de Innovación, centran su investigación en el municipio de Torrevieja para mostrar "los límites estructurales del turismo residencial".

El municipio litoral de Torrevieja pasó de la explotación de las salinas a embarcarse en una apuesta por la urbanización del suelo a partir de la década de los setenta. "La economía del municipio gira, desde entonces, en torno a la construcción y la actividad inmobiliaria, como demuestra que el 30,4% de los empleos pertenecen a esos dos sectores", constata el informe.

En paralelo, el crecimiento demográfico del término municipal es impresionante. El censo de 1970 arrojaba una población ligeramente inferior a 10.000 habitantes. En 2000, eran algo más de 50.000. En 2004, según datos recabados por los autores, superaba los 90.000.

Los inmigrantes responden a dos características. Unos buscan trabajo en la construcción o servicios. Otro son jubilados europeos, esencialmente británicos.

Entre 1985 y 2002, se levantaron en Torrevieja, un municipio de 30 kilómetros donde las salinas ocupan un tercio del suelo , más 87.000 viviendas. Los autores estiman que en 2001, el 77,5% de las 96.682 viviendas censadas en Torrevieja se podían calificar "como de uso residencial turístico".

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El desarrollo urbanístico se ha basado, "de forma casi exclusiva", en la construcción de urbanizaciones aisladas, distantes del núcleo urbano, que albergan chalés independientes, pareados o adosados, según su categoría, pero que comparten carencias de infraestructuras y servicios urbanos y, sobre todo, un "enorme consumo de suelo". "Son el resultado de una nula planificación urbanística", señalan Mazón y Aledo.

Y surge el problema. En septiembre de 2003, apenas quedaban sin urbanizar 283 hectáreas del suelo calificado como urbano en el término municipal. "El sector turístico residencial de Torrevieja ha alcanzado la fase final de su ciclo de vida al agotarse su recurso básico, el suelo urbanizable", sentencian los autores.

Y el panorama es desolador. El tráfico es caótico. La fachada marítima está ocupada por edificaciones en altura y, por lo tanto, es irrecuperable. La escasez de equipamientos sanitarios es palmaria: la media nacional arroja una farmacia por cada 2.090 habitantes, en Torrevieja, hay una farmacia por cada 12.000 habitantes en invierno. En verano, la relación es cuatro veces peor.

La inseguridad ciudadana multiplica por cuatro las tasas medias de España, entre otras razones, porque "la extensa trama urbana dificulta las accionse de las fuerzas de orden público".

Pero las debilidades del modelo de desarrollo turístico residencial también resultan patentes en la estructura social y económica de la localidad. La comparación con Benidorm, el paradigma del modelo turístico hotelero, es ilustrativa.

Las 408 empresas constructoras censadas en Torrevieja ocupaban a 2.279 trabajadores a finales de 2002. En Benidorm, 209 constructoras empleaban a 2.063 trabajadores. Y las 453 empresas de hostelería de Torrevieja daban trabajo a 1.445 personas, mientras que las 789 empresas de hostelería censadas en Benidorm empleaban a 7.968 personas.

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