Una mirada oblicua
Pantalón y jersey negro, del que sobresalen el cuello y los puños de una camisa blanca. Delgado y sonriente, en agosto cumplió 62 años. Toma asiento en el centro, cruza las piernas y coge la guitarra. Se escuchan los primeros acordes y esa voz que enamora, flexible y acariciadora.
Una de las cosas buenas con Caetano es que nunca se repite. Esta vez trae a Europa las canciones estadounidenses de A foreign sound. Las presenta con una banda excelente -mención especial para Galvão, Helder, Sá y Morelenbaum- y se hace acompañar en cada ciudad por una orquesta de cuerdas local.
Las dos primeras palabras fueron en portugués: "Cinema falado". Así empieza Não tem tradução, samba que compuso en los años treinta Noel Rosa sobre cómo el cine sonoro estaba contaminando de términos ingleses el lenguaje en Brasil. Caetano lo avisaba en la letra de su tropicalista Baby, que enlazó con Diana, de Paul Anka.
El inglés es el idioma del poder, pero Caetano le da la vuelta al antiamericanismo fácil. A foreign sound se planteó como un gesto amoroso a lo mejor de la sociedad y la cultura norteamericanas: Gershwin, Cole Porter, Irving Berlin o Bob Dylan. Una elegante Body and soul; Love for sale, a capella, para continuar con Cry me a river; un Love me tender enternecedor; una sedosa So in love, de Cole Porter, o The man i love, de letra sugerentemente ambigua al ser cantada por un hombre. Caetano las hace todas suyas. Y cuando corre el riesgo de caer en lo meloso -Feeling, supuesta canción norteamericana de un brasileño que la plagió a un francés-, callan las cuerdas y la batería marca el comienzo de It's all right Ma, de Dylan, llega el breve delirio sonoro de Detached, de DNA, o suena Come as you are, de Kurt Cobain, a la que Pedro Sá le arranca una guitarra distorsionada y en la que Caetano corretea por el escenario.
Tanto hace diez años, con las canciones en español de Fina estampa, como ahora con los temas de A foreign sound, el brasileño da su visión oblicua de esos repertorios. "Porque soy una persona oblicua", dijo con una sonrisa, antes de ofrecer una versión formidable de Cucurrucucú, paloma. "Mi patria es la lengua portuguesa", escribió Pessoa. La frase no tiene buena traducción al inglés. Caetano acaba volviendo a Brasil. Territorio americano, al fin y al cabo. Canta Adeus, batucada, que popularizó Carmen Miranda, y Brasil pandeiro, samba de Assis Valente, bahiano de Santo Amaro -"enamorado de ella aunque era gay"-, que ella rehusó cantar cuando ya se había hecho famosa en todo el mundo, "por serlo en Estados Unidos, así son las cosas".
Una fascinante disgresión por parte de un Caetano que se puede permitir (casi) cualquier cosa. Dos horas para disfrutar con sus múltiples guiños inteligentes. Ironía, lucidez, ternura y algo de melancolía incluso. Con la mirada oblicua de este artista descomunal que ha aprendido a reírse hasta de su sombra.
Babelia
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