El Levante se encuentra con un gol y Osasuna con un frontón

El fútbol brasileño se le ha quedado pequeño a Osasuna. El juego de toque resulta pura filfa para un equipo que puede sobar un balón hasta desgastarle las costuras sin obtener provecho alguno. Ayer, en pleno ejercicio de lo pendular -derecha, centro, izquierda, centro, derecha... y así hasta el infinito-, los navarros consiguieron no sólo perder un partido, sino descubrir la capacidad hipnótica de un deporte, por definición, vivaz y divertido. Y menos mal que se encontraron cara a cara con el Levante, que, siguiendo el viejo lema de dos no se pelean si uno no quiere, decidió retirarse del partido tras su tempranero gol.

Schuster, que, como Aguirre, disfruta y hace gala del juego de ataque de su equipo, ha descubierto que la especulación es una manera honrada y rentable de acabar con el romanticismo que queda en el fútbol y por el que hasta hace bien poco él mismo luchaba. Sólo hizo falta que apareciese Sergio García, un ferrari potentísimo y estéticamente perfecto, para desequilibrar el partido hacia el bando levantino. A partir de ahí, la consigna general se redujo a un estoico prietas las filas y que aquí nos las den todas. Sin Milosevic en el once inicial debido a una lesión, poco podía hacer Osasuna contra esa enmarañada urdimbre defensiva. Los rojillos tiraron del pelotazo y también del juego por las bandas, trataron de canalizar el balón a través de Pablo García y hasta procuraron desdoblar a sus alas, pero ni Aloisi es delantero centro ni Valdo rinde al ciento por ciento en la media punta. Ni con la salida de Milosevic en el comienzo del segundo periodo pudieron romper la incólume zaga levantina, en la que destacaron Culebras y Harte, apoyados firmemente por su medio campo.

Esto del centro del campo es un decir, ya que para el minuto 50 las líneas del Levante se confundían irremediablemente en su afán de defensa a ultranza. Aun así, se pudo ver a Ettien en alguna de sus larguísimas cabalgadas por la derecha y a Rivera, que, en las pocas oportunidades en las que el Levante contó con el balón, supo administrarlo con inteligencia y precisión. Por el contrario, Osasuna se mantuvo firme en su inoperante dominio de balón, con contadas ocasiones a pies de Aloisi y Milosevic, pero con la falsa convicción de que la insistencia, a la postre, rendiría algún fruto. No hubo tal.