El Madrid huele a habitación cerrada
Los blancos muestran todos los signos de un equipo decadente en su victoria sobre el meritorio Getafe
Todos los signos de la decadencia del Madrid se observaron ayer en un partido con paradoja. Ganó, se colocó tercero en la clasificación y recortó por primera vez la notable ventaja que le ha cobrado el Barça. Así se escribe la historia. Pero, lejos de invitar al optimismo, la victoria despidió un tufo a equipo viejo, empachado, sin ninguna capacidad de estímulo. La agitadora fórmula de García Remón se ha agotado casi inmediatamente. En los dos últimos partidos el Madrid jugó con el máximo riesgo y la mayor excitación posible. Lo producía una alineación que era un monumento al vértigo: todas las estrellas en el campo, la mayoría fuera de su posición natural y la sensación de jugar al borde del abismo. Funcionó por la extrema necesidad del Madrid, que venía de unos resultados muy duros. Ganó al Dinamo de Kiev y al Valencia en partidos desgarrados, tan vibrantes como imperfectos. Como remedio de choque, la idea del entrenador fue más que interesante. El Madrid salió de la mandanga y, al menos, se volvió competitivo. El tratamiento se acabó ayer frente al Getafe, que jugó infinitamente mejor, mereció la victoria de punta a punta y salió derrotado del Bernabéu por un equipo que seguramente no tiene posibilidad de regenerarse. El Madrid huele a habitación cerrada.
REAL MADRID 2 - GETAFE 0
Real Madrid: Casillas; Míchel Salgado, Raúl Bravo, Helguera, Roberto Carlos; Guti, Zidane (Borja, m. 88); Raúl (Morientes, m. 80), Owen (Celades, m. 72), Solari; y Ronaldo.
Getafe: Sánchez Broto; Yanguas, Belenguer, Nano, Pernía; Cotelo (Craioveanu, m. 46), Diego Rivas, Gabi, Vivar Dorado (Gallardo, m. 70); Pachón y Riki (Yordi, m. 81).
Goles: 1-0. M. 29. Balón que pierde Belenguer al borde del área y Owen marca de disparo raso ajustado al poste izquierdo del portero.
2-0. M. 79. Raúl controla la pelota dentro del área, la dispara con la derecha, el portero la rechaza y Ronaldo la empuja.
Arbitro: Turienzo Alvarez. Mostró la tarjeta amarilla a Raúl Bravo, Guti y Pachón.
Unos 75.000 espectadores en el Bernabéu. Los jugadores del Madrid saltaron al terreno de juego con el dorsal número 7 en sus camisetas, como homenaje a su capitán, Raúl,que cumplía diez años en Primera División como madridista.
Hubo un tiempo en que el Madrid cerraba los partidos a primera hora y luego se despedía del juego. No gustaba a su gente, que lo aceptaba de mala gana, pero convencida de que el equipo tenía dinamita. No es el caso ahora. El Madrid se impuso al Getafe por casualidad. Aprovechó un error defensivo para marcar el primer tanto, típico de Owen por otra parte. Definió como un artista frente a Sánchez Broto. Así se hizo popular en el Liverpool y en la selección inglesa. No se le vio más. Tampoco se vio a Zidane, a Ronaldo, a Solari, a Roberto Carlos. Hasta Raúl pareció deprimido en el partido que coronaba el décimo aniversario de su espléndida carrera en el Madrid. Había algo desesperado en su gesto, la convicción de que el equipo no funciona, no encuentra la tecla y que las posibilidades de arreglo son muy escasas. Ni un solo futbolista permite pensar en la regeneración del Madrid. Lo saben los jugadores y lo saben los aficionados, que acuden al Bernabéu con más rutina que entusiasmo. Al fondo se percibe el tedio, el envejecimiento imparable y la certeza de que una época está a punto de pasar página. ¿Lo sabe el presidente? ¿Lo admite? ¿Tiene posibilidad de dar un giro a la situación? ¿Se ha creído algo que ya sólo es una ilusión? Acaba de comenzar la temporada y el equipo progresa en la clasificación, pero la situación del Madrid es cada vez más grave. Por sus declaraciones, Florentino Pérez piensa lo contrario. Cree en el equipo, cree en sus agotadas estrellas, cree en el regreso a la cumbre del fútbol. Tiene una fe que nadie comparte porque las evidencias indican lo contrario.
Lo único interesante del encuentro lo hizo el Getafe. Y no a ratos. Superó al Madrid desde el primer minuto. Mejor ordenado, con más energía, este equipo confeccionado con retales de aquí y de allá le dio una lección al Madrid. Remató contra Casillas con una profusión inesperada, a veces en situaciones críticas para el portero, que se estiró varias veces para desviar los remates, casi todos protagonizados por Riki, un delantero con pinta de armario, pero con detalles estupendos. En la primera parte aprovechó el infame estado de Roberto Carlos para tirar diagonales desde la derecha. Cada una de ellas produjo el caos en la defensa madridista. Pachón, un jugador rápido y astuto, le ayudó en el trabajo. Tuvo un mano a mano crucial con Casillas, pero no lo resolvió. En esa jugada se resumió la incapacidad del Getafe para poner en el marcador lo que señalaba en el campo. Por detrás, Gabi manejaba el juego ante la indiferencia de los jugadores del Madrid. Zidane dio señales manifiestas de aburrimiento y fatiga. Solari se enredó con el balón. Raúl se desplegaba con su tenacidad habitual, pero sin ningún éxito. Sólo un jugador mantuvo la bandera. Fue Guti. No hizo su mejor partido, pero estuvo varios cuerpos por encima de los demás. Por juego y por compromiso con el equipo.
El público no soportó el peñazo que le estaba brindando el Madrid y comenzó a silbar al equipo. Con razón. Resultaba escandaloso el juego y la ausencia de coraje. Durante muchos minutos del segundo tiempo, el empate estaba tan cercano que parecían sorprendentes los problemas del Getafe para dejar el balón en la red. Con un juego tranquilo, bien elaborado, sin oposición, el Getafe jugó en los arrabales del área madridista durante mucho tiempo. Allí se le veía el cartón a Roberto Carlos, en las antípodas del jugador que fue. El ingreso de Celades por Owen arregló levemente algún desperfecto. Por lo menos, el medio campo parecía algo más robusto. O simplemente tenía un jugador más. El caso es que el Madrid se las arregló para anotar el segundo gol con la curiosa conexión entre Roberto Carlos y Raúl en los saques de banda. El tanto lo marcó Ronaldo, que había jugado con bastante indiferencia. Pocas veces se ha visto a un equipo celebrar un gol con menos entusiasmo. Hasta para celebrar los goles el Madrid parece un equipo agotado, como si los jugadores no se creyeran la película.
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