Una hora
Con la imagen de Bin Laden como telón de fondo no hay forma de salir del sobresalto estos días. Es tiempo de crisantemos, brujas, calabazas luminosas, máscaras espantables, calaveras y toda la parafernalia que estas cosas llevan consigo. Como contrapartida, hoy nos regalan una hora, aunque no sepamos qué hacer con ella. Si la vida es eterna en cinco minutos, en una hora cabe lo infinito. Esos 60 minutos son una falacia que se suele dilapidar en los bares o en la cama. Con el agravante de que se está forzando el ritmo vital de los ciudadanos y la armonía con el universo. El cambio de horario afecta sinuosamente a nuestras vidas.
Para mayor desventura, todo ello coincide con las elecciones USA, la Constitución europea, los países conflictivos de la Tierra, los fieles difuntos y, en fin, todos los santos de la patria celestial. Menos mal que también se conmemora el mito del Tenorio, lo cual desdramatiza algo la tensión. Pero, en definitiva, Don Juan "representa la búsqueda de lo efímero", ha declarado Mario Gas, director del Teatro Español, donde mañana se representa Cincuenta voces para Don Juan. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que un donjuán no tiene por qué ser un macizo que habla en verso; pudiera ser también un pinturero que habla en copla, tipo El Fary. Y de ésos tenemos en Madrid unos cuantos. Lástima que la sombra alargada de Bin Laden impida tomar las cosas con el humor que fuere menester. No está el horno para bollos.
La situación invita a sobrevivir con cierto talante monástico, pero acorde con el agnosticismo. Para ir entrando en ambiente, ayer comenzó el I Ciclo de música en las iglesias de Madrid, que está compuesto principalmente por 28 cantatas de Bach, uno de los músicos más excelsos de la historia, hasta el punto de que algunos afirman que no se concibe a Dios sin Bach, y viceversa. De todo lo cual se colige que la sombra de Bach es mucho más alargada que la de Bin Laden, y siempre lo será. Una hora de Bach puede ser la poción mágica para soportar con dignidad los desvaríos.
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