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CARNETS DE LECTURA | A PIE DE PÁGINA

Entre el bien y el mal

Me pareció muy farragosa la novela Crimen y castigo, y eso hizo que durante años ni me acercara a Dostoievski. Hasta la década de los noventa no me decidí a probar de nuevo con este autor, y entonces leí Los demonios, que me impresionó. Libro profético. Ahora he vuelto a sentirme cerca de esa extraña novela tras haber leído El maestro de Petersburgo, de J. M. Coetzee, donde se cuenta la historia de un escritor ruso exiliado, una contrafigura de Dostoievski, un novelista que regresa a Rusia y se ve involucrado en la violencia revolucionaria de 1869. La novela de Coetzee está directamente emparentada con Los demonios, libro que plantea un tema tan de actualidad hoy como es el del terrorismo. Sin embargo, cuando Dostoievski escribió ese libro, el núcleo principal del ya dramático tema no era considerado urgente.

Quienes han leído a Coetzee saben que actualmente la capacidad de distinguir entre el bien y el mal ya no se considera esencial

La novela recrea en la ficción la historia real del asesinato de Ivanov, joven muerto en Moscú en 1869 por sus propios compañeros de célula revolucionaria, la célula que dirigía Nechaiev desde su regreso de Ginebra. El escritor se adelantó a todos en el tratamiento de la violencia y los nuevos problemas morales que traía consigo el asesinato del otro en nombre de una ideología política. Ideas extranjerizantes las consideraba Dostoievski, porque llegaban de la fría Europa y de su recién inaugurado teatro de la revolución.

Después de años de leer a Dostoievski y de alejarme de él para luego volver a leerle y después volver a alejarme, vivo a veces en una confusión que me lleva a preguntarme si estoy de acuerdo con Nabokov ("en todas las novelas de Dostoievski hay una catarata de palabras con interminables repeticiones, balbuceos aparte") o bien prefiero hacerle caso a Cioran cuando dice que Dostoievski tal vez sea el escritor más profundo, el más complejo de todos los tiempos: "Lo coloco por encima de todo el mundo, con defectos enormes, pero con resplandores de santidad (...

) Abordó con la mayor profundidad el mal, como esencia del hombre. Para mí, Dostoievski es el gran escritor".

Desde luego esos defectos enormes están a la vista hasta en Los demonios, que después de todo es su mejor novela y, por tanto, tendría que tener menos defectos que las otras. Pero también podría ser que, como señala Sergio Pitol, todos los defectos que le encontramos (los de estructura, pongamos por caso) fueran debidos a que estaba inmerso en la creación de una novela nueva que difería de las de Balzac, Stendhal, Dickens (aunque con éste hay cierta cercanía), porque la manera de construirlas era diferente. Tal vez deberíamos tener en cuenta, por ejemplo, que Dostoievski creó la novela polifónica, un género novelesco fundamentalmente nuevo. Y tal vez cuantos le tratan de autor de estilo apelmazado como los que elogian su brillante capacidad para adentrarse en la mente humana podrían llevar la razón a partes iguales. ¿Empate técnico entre Nabokov y Cioran? Insistamos en ese punto de conciliación y digamos que puede que, en efecto, se trate de un autor farragoso, sin sentido de la armonía ni de la economía verbal. Lo es, de acuerdo. Pero al mismo tiempo es sorprendente y admirable que hubiera abordado con tanta decisión cuestiones nada corrientes en su época, tales como aprender, lejos de cualquier mirada divina, a saber discernir entre el bien y el mal, conceptos hoy día demasiado aleatorios y que, tal como van las cosas, pueden acabar convirtiéndose en algo más que superficiales. Y es que no en vano quienes, por ejemplo, han leído a ese prodigioso narrador contemporáneo que es Coetzee saben que actualmente la capacidad de distinguir entre el bien y el mal es algo que ya no se considera esencial. Precisamente de la alarmante marginalidad de esta cuestión habla Coetzee en nuestros días (ver, por ejemplo, su último y extraño libro, Elizabeth Costello) y hablaba ya de ello, hace siglo y medio, adelantándose a horrores que estaban por venir, el sorprendente Dostoievski, hombre tan farragoso como intuitivo, un santo a medio camino entre Nabokov y Cioran.

© Magazine Littéraire

FERNANDO VICENTE

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