Doce apóstoles desangelados
Fue la contrafigura de Pirandello. Raffaele Viviani (1888-1950) arrasó en la Italia de entreguerras con su teatro popularísimo, enraizado en el music hall napolitano y en el día a día de la gente de la calle, trufado de canciones, escrito en dialecto. Autor de más de sesenta obras, director e intérprete de casi todas, músico, poeta, Viviani conocía muy bien dos cosas: cómo es la vida de la gente común y cómo se hace teatro. De niño las pasó canutas. Cumplió 13 años sin que nadie se hubiera ocupado de enseñarle a leer y, sin embargo, ya se encontraba en los escenarios como en casa. Sus obras reflejan su experiencia con humor. El régimen de Mussolini las prohibió porque ofrecían una imagen nada imperial de Italia. Sus protagonistas subsisten a duras penas, gritan, aman, se pelean, sueñan con milagros que no llegan, y cantan para espantar su mal. En este punto se entrecruzan el teatro de Viviani y el del director y autor suizo Cristoph Marthaler (Zúrich, 1951), que toca el oboe, compone, y utiliza la música como hilo conductor de todos sus espectáculos. "Construyo mis textos como partituras polifónicas (
...) La música nos transporta a lugares primitivos, originales, toca tanto el corazón como la razón", declaraba Marthaler este verano, al hilo del estreno en el Festival de Aviñón de uno de sus montajes. Los diez mandamientos, última obra de Viviani, dividida en un preludio y diez tiempos, es coral, como las que a Marthaler le gusta escribir. Su protagonista absoluto es el pueblo de Nápoles, y sus escenarios, una plazoleta, una iglesia destartalada y un music hall. El texto de Viviani es cálido, energético, está lleno de humor, y conecta con el ideal socializador de la Volksbühne, el teatro berlinés que lo produce.
Marthaler ha llevado Los diez mandamientos a su terreno y al de la Volksbühne, de modo que sus protagonistas podrían ser trabajadores y parados de la ex Alemania del Este, gente a la que el libre mercado ha sumido en la nostalgia y el desconcierto. En el espectáculo hay un maestro de ceremonias, al piano, y doce apóstoles desangelados, que compran, venden, roban y trapichean con lo que pueden mientras interpretan canciones italianas. El teatro político alemán y el popular napolitano tienen más puntos de contacto de lo que parece a primera vista. Mientras el régimen fascista prohibía a Viviani, el nazi cerró la Volksbhüne. La teoría del distanciamiento de Brecht proviene de su admiración por el cabaré y las variedades, y los personajes de Karl Valentin y los de Viviani tienen un aire de familia.
Es la primera vez que un montaje de Marthaler visita Madrid: hace ocho años triunfó en Barcelona Una noche patriótica, réquiem por la extinta República Democrática Alemana, y un año más tarde, en Sevilla, Hora Cero, sátira sobre la Alemania reunificada y la construcción de Europa. Esta obra es un puzle de discursos políticos huecos, tomados de la realidad. En 2000, el director suizo fue puesto al frente del teatro público de Zúrich, su ciudad natal. Bajo su batuta, la Schauspielhaus obtuvo el premio de la crítica europea al mejor teatro del año durante dos temporadas seguidas, pero el número de abonados bajó: buena parte del público de siempre no quería digerir los nuevos menús. El consejo de administración de la Schauspielhaus le dio un ultimátum, se formó un comité ciudadano para apoyarle, se celebró una votación popular, que el director ganó, y, después de mucho ruido, se le cesó. Groundings (que se podría traducir por aterrizajes forzosos), último montaje de Marthaler en Zúrich, cuenta el cierre de Swissair y, de paso, su salida a empujones de la Schauspielhaus. El director puso en escena a personajes en los que se reconoce a directivos de la aerolínea y al presidente del consejo de administración del teatro. Más ruido. Pero este espectáculo no es tanto una vendetta como una arremetida contra las exigencias de la nueva economía, y contra quienes la implantan a sangre y fuego. Por suerte para Marthaler, en la Volksbhüne y en muchos teatros alemanes se le considera un cómplice, y se le quiere. Allí, dice, se encuentra como en casa.
Los diez mandamientos. Madrid. Teatro de Madrid. 7 y 8 de noviembre.
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