El renovado Cullberg Ballet abre las puertas a los coreógrafos del futuro
El renovado Cullberg Ballet visita por primera vez España tras el nombramiento del coreógrafo Joahn Inger como director artístico. Lo hace dentro del Festival de Otoño, en el teatro de Madrid, donde actúa desde ayer hasta el próximo domingo, con dos coreografías que simbolizan perfectamente el momento que atraviesa la compañía sueca tras haber superado momentos de crisis: una de Inger, Homa and home, y otra, Fluke, de Mats Ek, la gran figura a la que ha estado ligado este ballet durante décadas.
Inger, de 37 años, y su nuevo equipo quieren inocular savia nueva a la compañía incorporando al repertorio nuevas piezas. "Hemos tomado la decisión de guardar por un tiempo los grandes clásicos de Ek, que durante años han marcado al Cullberg, porque hay que sacar tiempo para crear nuevas coreografías, mías y de otros creadores contemporáneos, tenemos la obligación de buscar a los coreógrafos del futuro", explica Inger; y añade contundente: "El dominio de las grandes figuras ha durado mucho. No obstante, necesitamos a Ek y tenemos que complementarnos con otros creadores ya situados".
El Cullberg tiene en la actualidad 20 bailarines. "Es un auténtico crisol de personas, con distintas experiencias y orígenes que conforman un momento de gran efervescencia en la compañía", comenta Inger sobre este grupo en el que trabaja la bailarina española Carolina Armenta.
La muerte
Homa and home, la primera coreografía del programa con el que acude el Cullberg a Madrid, está creada por Inger en 2002: "Era la primera vez que abordaba el tema de la muerte en un trabajo", señala el director, quien ha realizado una pieza nada descriptiva, "sólo trata de sentimientos".
Fluke, la otra coreografía del programa, es uno de los últimos trabajos de Mats Ek, director durante 26 años, junto a Birgit Cullberg. La creó también en 2002 para su propio cuerpo de baile con el que trabaja estrechamente: "Como en todas sus obras, es un trabajo con muchas lecturas que, como siempre, a él no le gusta explicar, pero cada espectador lo percibe de manera muy distinta", señaló Inger.
Inger, que llegó al Cullberg proveniente del Nederlands Theater, no niega que se siente hijo artístico de Jiri Kilian y Mats Ek: "Como todo buen hijo, sé que debo matarles, y creo que estoy a punto, que estoy encontrando mi propio lenguaje, pero la obra que traigo a Madrid aún está hecha bajo su influencia, de la que estoy muy orgulloso porque ha sido de una gran inspiración tener esos padres profesionales", señala el director. La compañía no tiene sede propia y se mantiene gracias a las giras internacionales que realiza por los cinco continentes.
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