Los campeones de Liga y Copa, fuera
El Lleida despide al Valencia; el Nàstic al Zaragoza y el Espanyol cae en Terrassa
"Sabía que iba a pasar", declaró el técnico del Valencia, Claudio Ranieri al término del partido. "En el fútbol, cuando un año ganas todo, al otro... La plantilla no estaba preparada para esto; yo sí. No hay crisis, estoy tranquilo", añadió el italiano. El Valencia, vigente campeón de Liga, confirmó ayer en Lleida su deplorable estado de ánimo. Le soplan y cae. Eso es lo que le hizo ayer el técnico local, Miguel Rubio, que vio en seguida cuál era uno de los puntos débiles de su rival: la lentitud de su lateral Caneira. Y por ahí mandó a correr a un galgo. El menudo Crusat salió en la segunda parte en sustitución de Stankovic para cogerle la espalda a Caneira. Y lo logró al cumplirse a la media hora, ya cuando el Lleida había comprobado muy de cerca la profunda crisis por la que atraviesa el Valencia. Su nula capacidad ofensiva.
Justo entonces Crusat corrió en diagonal tras un balón en profundidad, le sacó varios metros a Caneira y, ante la salida de Palop, un rebote favoreció la ambición del extremo catalán. Un cuarto de hora por delante y Ranieri se hundió en el banquillo sin capacidad para reaccionar. Lo mismo que su equipo, que en ningún momento demostró su superioridad sobre el Lleida, octavo clasificado en la Segunda División. En los últimos cinco años, el Valencia ha coleccionado una larga serie de fracasos en la competición que ganó por última vez en 1999, precisamente a las órdenes de Ranieri. Desde entonces, ha sido despedido de la Copa por Osasuna, el Guadix, el Novelda, el Alicante y el Lleida. No levanta cabeza el cuadro del técnico italiano, que ha perdido los últimos cuatro partidos con un denominador común: una pésima imagen.
Palop trabajó a destajo ayer en el Camp d'Esports. Él fue uno de los destacados, señal de que el Lleida le puso a prueba con asiduidad. Y eso que la defensa fue la única línea valencianista que salvó el aprobado. Los zagueros y Albelda, que entendió mejor que nadie lo que requería el partido: robar y lanzar. Ahora bien, si el cuadro de Ranieri está esperando el regreso del lesionado Vicente para que le solucione todos los problemas de ataque, ¿para qué sirve el entrenador?
- Nàstic-Zaragoza (2-1). Peor no le podía ir el partido al Zaragoza, vigente campeón del torneo, que no sólo quedó eliminado sino que perdió por expulsión a Álvaro y Milito. El Nàstic de Tarragona jugó muy a gusto desde el comienzo con un gol de Pinilla (m.6) y remató en el arranque del segundo tiempo con tanto de Fernando (m.51). Pese a no desmayar y acortar distancias con un tanto de Zapater (m. 91), el equipo de Víctor Múñoz no pudo con un rival que ocupa los últimos puestos de la Segunda División A.
Sin miedo a su rival, el conjunto tarraconense se saltó la jerarquía y tuteó al Zaragoza, llegando a base de triangulaciones al área rival, donde Milito y Álvaro tuvieron que emplearse a fondo. Tampoco es que el equipo zaragocista entregara el partido. Villa y Galletti tuvieron incluso el empate en la primera parte, pero Tortolero y Marco salvaron al Nástic. El árbitro anuló un gol a Fernando antes del descanso, pero fue el mismo jugador del Nástic el que se desquitó logrando el 2-0 en los primeros compases de la segunda mitad. A partir de entonces, se vio un Zaragoza impotente y duro, que perdió por sendas expulsiones a sus dos centrales, Álvaro y Milito. El gol final sólo maquilló lo irremediable.
- Terrassa-Espanyol (1-1; 5-3). Lotina, confiado en la superioridad de su equipo, planteó el partido como un entrenamiento; a excepción de Iván de la Peña, Dani e Ito, todos los futbolistas que dispuso de inicio son reservas por excelencia desde que comenzó la Liga. Se equivocó. El Terrassa, un conjunto trabajado y sólido, ahogó a los blanquiazules hasta el minuto 65, cuando el medio Vanzini fue expulsado. La cartulina roja al centrocampista y la entrada de Posse -se produjeron en el mismo instante- marcaron el punto de inflexión de un partido en el que el pequeño le pudo al grande. El Espanyol no pudo con el Terrassa ni en los 90 minutos, ni en la prórroga ni en la tanda de penaltis.
Lillo no dio descanso a todos los titulares, aunque también hizo rotaciones. No obstante, su equipo demostró más pundonor, garra y empaque en los momentos decisivos. En defensa no falló y en ataque, a pesar de la inferioridad numérica, siempre supuso peligro. Pero la clave fue David Valle, el meta reserva del equipo egarense, que jugó gracias a la sanción de Morales, el titular. Valle se erigió en el héroe de la noche.
Aunque de no ser por Martín Posse, el auténtico revulsivo del partido, el Espanyol, en vez de llegar al desempate desde el punto fatídico, se hubiese despedido de la Copa antes. Dio movilidad al ataque y marcó el tanto del empate cuando apenas quedaban 10 minutos para la conclusión. Pero, curiosamente, pasó a ser el villano, pues fue el único en errar después en los penaltis.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.