Patinaje poco artístico
La lluvia en Sevilla será una maravilla (como se afanaba en repetir el profesor Higgins a la señorita Doolittle en My fair lady), pero, en Madrid, es una auténtica desgracia, al menos para los que acostumbramos a patinar involuntaria y escandalosamente por los suelos mojados de sus calles, sin límite de edad o condición. Si nuestros coches incorporan neumáticos de superficie antideslizante, faros antiniebla y todo tipo de artilugios y avances tecnológicos destinados a preservar nuestra integridad física, ¿por qué los suelos de nuestras calles son tan "patinables"? ¿Por qué no se fabrican con materiales absorbentes que impidan el derrape? Confieso que tengo una vergonzosa e indomable facilidad para el patinaje otoñal urbano, pero observo con dolor (y es que duele mucho ahí, precisamente ahí, donde la espalda pierde su casto nombre) que no soy la única. Ya no sé qué ponerme en los pies para mantener la verticalidad en estos días húmedos en que mi torpeza natural se agrava notablemente. Me aterra salir a la calle e imagino toda clase de escenas degradantes al contacto de mis pies con esos suelos asesinos. No voy a proponer más obras para Madrid (¡no, por Dios!), pero me consolaría saber que alguien lo tiene en cuenta.
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