75º aniversario del 'crash' del veintinueve
Hoy, 18 de octubre, hace 75 años que se inició el cambio de tendencia en la cotización de la Bolsa de Nueva York y dio comienzo el crash de 1929, uno de los episodios más traumáticos de la moderna historia económica. Seis días después se consolidaba el crash como tal y 13 millones de acciones buscaban comprador, la mayor parte de ellas a precios ruinosos. El 29 de octubre, el martes negro, más de 16 millones de acciones - el récord absoluto de todos los tiempos hasta entonces- intentaron ser vendidas. Aquel día se perdió más dinero en la Bolsa neoyorquina que el que EE UU se había gastado durante la Gran Guerra.
Hasta poco tiempo antes, todo parecía ir bien en EE UU, que vivía los felices veinte aprovechando la hegemonía obtenida en la guerra de 1914: potencia del dólar, exportaciones masivas a una Europa destruida y a América Latina, su entorno natural. Escribe Galbraith en su tradicional El crac del 29: "La producción y el empleo eran altos y aumentaban constantemente. Los salarios no subían demasiado y los precios eran estables... Los negocios prosperaban y permitían ganancias que se incrementaban rápidamente; era una suerte ser hombre de negocios en aquella época... Merecía la pena volver a considerar la idea de una inexorable ley de la compensación: los 10 buenos años habían de pagarse con 10 malos... en los treinta".
Idea premonitoria. En otoño de 1929, las cosas empiezan a torcerse. Todos los sectores están a la baja, y el último de ellos, la Bolsa de valores. Poco antes, en diciembre de 1928, el presidente de EE UU, Calvin Coolidge, utilizaba el lenguaje de madera tan habitual en economía: "Ninguno de los Congresos de EE UU hasta ahora reunidos para examinar el Estado de la Unión tuvo ante sí una perspectiva tan favorable como la que se nos ofrece en los actuales momentos. Coolidge siguió hablando del "más grande periodo de prosperidad" y de "considerar el presente con satisfacción y encarar el futuro con optimismo".
El crash de 1929 fue el antecedente de la Gran Depresión: paro masivo (en 1929, antes del crash bursátil, sólo un 3,1% de la población estaba en paro; un año después, el 9%, y en 1933, el 27% de los norteamericanos en edad de trabajar), deflación, cierre de empresas, pérdida de confianza, etcétera. El sucesor de Coolidge, el también republicano Herbert Hoover, fracasó a la hora de corregir esta coyuntura. Sólo cuando llegó a la Casa Blanca el demócrata Franklin Delano Roosevelt, con un programa keynesiano tradicional de expansión de la demanda y protección social, la economía volvió a la senda del crecimiento.
Desde entonces se han reproducido varios crash en los mercados de valores. Los dos últimos, en 1987 y en el año 2000, este último vinculado a la explosión de la burbuja tecnológica. Fue un crash a cámara lenta: a finales de julio de 2002, la capitalización bursátil había caído en Wall Street un 47% desde la cima a que había llegado en marzo de 2000, lo que equivalió a pérdidas por valor de ocho billones de dólares (más de cuatro veces el valor de la deuda externa de todo el Tercer Mundo).
¿Pueden volver a repetirse en el futuro episodios tan dolorosos como los citados? Desde 1929 se ha aprendido mucho; además, la mayor presencia del Estado permite mecanismos de intervención inmediata. Pero también el efecto contagio (que es sucesivo al efecto codicia y al efecto pánico) es mayor por la globalización y la interrelación de las bolsas de valores de todo el mundo, que funcionan en bucle las 24 horas del día. El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, cuando denunció la "exuberancia irracional" de los mercados, ya advirtió de que se producen súbitos cambios en la confianza de los inversores y éstos ocurren abruptamente, la mayor parte de las veces sin noticias que los ancicipen.
Pero es el sabio Galbraith -que acaba de cumplir 96 años- el que proporciona el placebo: "La memoria financiera dura unos diez años. Éste es aproximadamente el intervalo entre un episodio de sofisticada estupidez y el siguiente". Así que no tendríamos que preocuparnos hasta el 2010. ¿O sí?
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