El vudú se adueña del museo
Una exposición fotográfica con 60 imágenes da testimonio de la religión en clave haitiana
El Museo Nacional de Antropología da cobijo hasta el próximo 9 de enero a una exposición fotográfica que, bajo el título Haití, los espíritus en la tierra, perfila mediante un relato de soberbias instantáneas el rostro más insondable del país caribeño, narrado por las cámaras del fotoperiodista español Luis Alcalá del Olmo, afincado en Puerto Rico.
La muestra, asegura el autor, es resultado de cuatro años de trabajo en busca de respuestas al enigma palpitante del vudú, sistema de creencias de mixtura ritual, a horcajadas entre entre animismo y cristianismo. Sus seguidores dan a entender -con sus trances- que la ida y el retorno del más allá son posibles desde el atribulado país haitiano, el que mayor población de color oriunda del África occidental bantú -del Dahomey de Benin y de Togo- posee en toda América.
Así parecen probarlo muchas de las 60 fotografías de la serie presentada por Alcalá del Olmo en el museo madrileño, tomadas en seis distintas peregrinaciones a otros tantos puntos de culto en el territorio insular haitiano. "He tenido que pelear cada fotografía durante muchas horas, en ocasiones a la espera de que alguna nube me permitiera administrar la enorme cantidad de luz que surge del Caribe", señala Luis Alcalá, quien dice desdeñar el empleo del flash.
Su espera cristaliza en un compendio de testimonios cuya entidad presencial y plástica destaca con fuerza: barro, agua y fuego configuran un escenario en el que seres humanos sufrientes, siguiendo la traza que suele signar a las religiones, buscan penitencia a sus culpas con la esperanza de una vida mejor. Y todo ello en la contigüidad de sus antepasados, a los que invocan con toda su fuerza y que, a tenor de lo que las fotografías muestran, parece ser descomunal.
Llaman la atención las torsiones que los trances provocan en los cuerpos de los peregrinos; la tensión de sus musculaciones; la plenitud sensorial que por cada poro parecen destilar. "Posiblemente, en algunos de estos trances influye el ron, que los haitianos acostumbran mezclar de mil maneras", comenta Alcalá del Olmo con una sonrisa.
Pero su rostro se cariacontece y torna grave cuando explica que centenares de peregrinas seguidoras del Barón Samedi -el dios que habita en los cementerios, donde es venerado con una gran cruz blanca en sus accesos- hacen alarde de su exaltación religiosa impregnando sus vaginas de un brebaje fermentado de ajos, cebollas y pimientos de alto poder corrosivo, denominado piqué, el cual, convenientemente enfrascado, han lucido antes sobre sus cabezas, bajo vistosos pañuelos anudados en torno a sus rostros, espolvoreados a su vez del caolín que inunda tantos predios haitianos.
De ésta y otras situaciones da cuenta el fotógrafo madrileño con el rigor y la aplicación de quien busca aproximarse mesuradamente a una realidad, en verdad, desmesurada por un fervor salvaje del que el objetivo de su Nikkon extrae el máximo de información. Resulta destacable el solapamiento entre los santos cristianos y las divinidades animistas, como en el caso de Santiago el Mayor, que es venerado en su identidad con Ogoún Ferraillé, dios de la guerra, cuya festividad se celebra en una laguna entre peregrinos vestidos de rojo y damas ataviadas de azul.
El periodista madrileño, de ojos azules, melena rubia y barba de tercio flamenco, comenta que durante una de las peregrinaciones hacia un templo enriscado sobre un alto, alquiló entonces un caballo blanco; al acceder al milagroso paraje, miles de peregrinos le aclamaron como si se tratara del mismísimo Santiago Matamoros. La Virgen del Carmen es asimismo, en vudú, Erzulie Freda, diosa del amor y de la belleza, a quienes se venera en una ermita situada junto a una enorme cascada, en pleno bosque de Artibonite. Allí fue hallada en 1849 una imagen de María.
La muestra ha sido coordinada por María Dolores Adellac y se ve complementada con música de Benín, de donde procedía la mayor parte de los esclavos que fueron llevados hasta Haití, desde el siglo XVI por su entonces metrópoli francesa, de la que se independizó en los albores del XIX.
El África occidental bantú, con su esclavitud, esparció sus expresiones religiosas en América. Y ello a través de una relación con la divinidad mediada por la naturaleza, cuyos diosecillos, denominados en el vudú loas, toman posesión de los fieles creyentes: son ellos quienes hacen estremecer sus cuerpos en esas sacudidas que tanta inquietud causan a cuantos las contemplan, pero que, a la postre, devienen en quietud, mansedumbre y sosiego para los creyentes haitianos, azotados secularmente por flagelos de índole muy otra al vudú, más vinculados al errar humano que al insondable dominio de los espíritus.
Haití, los espíritus en la tierra. Martes a sábado, de 10.00 a 19.30. Domingo, hasta las 14.00. Hasta el 9 de enero. Alfonso XII, 68. Metro Atocha-Renfe.
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