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Tiempo para todos

Albert Einstein, al ser interrogado sobre el origen de sus descubrimientos, dijo: "Porque a diferencia de un adulto normal, me he detenido a pensar, como un niño, en los problemas de espacio y tiempo".

Hace más de un año, cuando los integrantes del equipo técnico del Centro de Estrategias y Desarrollo (CEyD) formulamos que uno de los temas clave más importantes para el progreso económico y la calidad de vida de nuestra ciudad era la gestión individual y colectiva del tiempo, nuestros interlocutores nos respondían con una sonrisa que reflejaba su escepticismo y su opción por temas más tangibles. Hoy, tras experiencias como la Bienal del Tiempo organizada en la localidad francesa de Besançon con la participación de los más prestigiosos científicos de todas las ramas de las Ciencias Sociales, incluida la economía, por supuesto, quizás esta sonrisa se haya transformado en un guiño de complicidad.

Cada forma de vida, como señala Julián Marías en su obra La estructura social, es una manera peculiar de consumir el tiempo del que se dispone. La cuantía de ese tiempo y, sobre todo, su uso, dice mucho de las pretensiones y las inquietudes de las personas de una sociedad.

La historia revela que no sólo cambian los tiempos, sino también la concepción del tiempo. En el mundo actual un tema ha emergido entre todos: la distribución del tiempo, que conduce necesariamente al planteamiento de la compatibilidad entre tiempo para el trabajo y tiempo para el hogar y la familia y también a la disposición de tiempo libre, un valor tan escaso como -precisamente por eso- tan preciado y valioso.

Por otra parte, en la medida en que se consolida la Sociedad del Conocimiento desaparecen las fronteras entre el tiempo dedicado a la formación y el dedicado al trabajo, y el aprendizaje se convierte en una actividad permanente, que se prolonga a lo largo de toda la vida.

También se disuelve, a determinados niveles profesionales, la separación entre el tiempo de trabajo y el tiempo de ocio; y entre el día y la noche: mientras es de noche en Valencia, es de día en Auckland y es tarde en San Francisco. En una economía, estos cambios derivados de la globalización se traducen en que las noches dejan de ser monopolio del sector del ocio y se empiezan a considerar como tiempo de producción.

Por si fuera poco, vivir en una ciudad avanzada significa vivir la innovación y la complejidad: las personas se sienten obligadas a participar cada vez en más actividades de todo tipo: sociales, culturales, deportivas, solidarias... La gente reclama tiempo.

Desde el Centro de Estrategias y Desarrollo de Valencia -impulsado por el Ayuntamiento e integrado por las principales entidades económicas y sociales de la ciudad- queremos articular una respuesta a esta omnipresente demanda ciudadana que resulta básica para consolidar la capacidad de interacción en el entorno más cercano y el desarrollo del tejido social. Por eso, estamos diseñando un interesante proyecto dirigido a favorecer un uso satisfactorio del tiempo por parte de todos, partiendo de una concepción económica del mismo, como el bien escaso en que se ha convertido y que deseamos rentabilizar en función de nuestras inquietudes.

Con este proyecto perseguimos tres finalidades: aumentar la cantidad de tiempo a disposición de los ciudadanos (lo que supone reducir los denominados tiempos perdidos o tiempos de nadie); mejorar su distribución; y educar en una mejor percepción y uso del tiempo que nos permita aprovecharlo al máximo y contribuir a construir colectivamente una sociedad mejor organizada racionalmente y más cohesionada.

Se trata de un proyecto ambicioso que probablemente desemboque en el impulso de nuevos servicios de colaboración social o en la creación de Bancos y Oficinas del Tiempo, como los que ya se empiezan a poner en marcha en algunas ciudades, en los que se intercambia un intangible -el tiempo, nuestro tiempo-, a cambio del tiempo de otros. Son bancos en los que se deposita tiempo y la moneda en curso es la hora, dedicada a la realización de un servicio no sustitutivo del trabajo profesional que permita resolver las necesidades de la vida diaria, como el cuidado puntual de niños o ancianos.

Es un proyecto que se enmarca en nuestro gran objetivo de construir colectivamente la ciudad, para garantizar un mayor bienestar fomentando conductas solidarias y creativas que nos permitan saber hacer nuestro el tiempo.

Juan Eduardo Santón es concejal de Innovación y Sociedad de la Información del Ayuntamiento de Valencia y director General del Centro de Estrategias y Desarrollo de Valencia (CEyD).

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