"Mi música es un camuflaje para la rebeldía"
Dice que fue enterrado vivo. "Dos veces. Mi familia materna no aceptaba a los hijos de mi madre porque se había casado con un hombre sencillo. A los siete años descubrí eso y me sentí enterrado vivo. Y luego, en 1970, en la división del expolio del Tropicalismo, prácticamente me borraron del mapa. En el quinto aniversario yo era parte de la noticia; en el décimo estaba casi olvidado, y a los 15 años ya no existía".
Tom Zé, que abre hoy el Festival de Otoño de Madrid, en la que va a ser su presentación en España, cuenta cómo fue salvado. "Estaba a punto de ir a trabajar en la gasolinera de un sobrino mío cuando un periódico publicó que David Byrne me estaba buscando", dice por teléfono desde su casa en São Paulo. "Curiosamente, ayer vi a la chica en cuyo piso nos encontramos, en el número 269 de la calle Alagoas, esquina con Sabará. Cada vez que paso por allí, miro hacia la ventana del apartamento y hago el signo de la cruz por la suerte que tuve".
"Después del trabajo, resulta que bebemos, cantamos, bailamos, amamos y, lo peor de todo, pensamos"
Antonio José Santana Martins, Tom Zé, nació en Irará, una población del interior del Estado de Bahía, en 1936. "Se vivía entonces allí como en la Edad Media", recuerda. "En el noreste de Brasil hay un pueblo analfabeto a causa de la miseria a la que fue sometido durante siglos, como bien explicó Euclides da Cunha en Os sertoes, pero que ama la cultura de sus abuelos, esa cultura mozárabe que educó a los pueblos ibéricos en la Edad Media al contrario del resto de Europa, sometida a los bárbaros", comenta. "En uno de sus libros de los sesenta, Arthur C. Clarke decía que si el francés Charles Martel no hubiese impedido el avance de la invasión árabe en la batalla de Poitiers en 732, y Europa hubiese sido educada por los árabes, estaríamos viajando hacia las estrellas y no hacia satélites".
De niño, en la tienda de telas de su padre, oyendo a los campesinos, Tom Zé aprendió a jugar con las palabras, un placer que volvió a encontrar de mayor en los poetas concretistas. Y estudió música en la Universidad de Bahía, una continuación de la Escuela de Viena. "Lo que me convirtió en compositor fueron mis deficiencias", afirma. "Me topé de inmediato con el hecho de ser un pésimo compositor, un pésimo músico y un pésimo cantante. Como no sabía hacer la música convencional, tuve que hacer siempre algo extraño. Caminar siempre fuera del límite de la circunferencia que limitaba el universo de la música popular".
En 1978, con el dinero de la venta de su casa, construyó una serie de instrumentos -instronzémentos- en una tentativa de expandir el universo de la música popular. "En realidad, empecé a fabricarlos porque no tenía habilidad con los convencionales, así que tanto me daba tocar bocinas como guitarras", bromea. El primero, y más sorprendente, el artesanal hertzé, especie de sampler antes de hora: "Grababa cintas tomando muestras de sonidos de diferentes discos, las hacía girar constantemente, y elegía el sonido de una desde un teclado fabricado en casa. Había leído en un libro de John Cage la frase de un arquitecto, 'No es tiempo ya de posesión sino de uso', que me dejó totalmente perturbado". Unos instrumentos que Tom Zé ha recuperado recientemente para el disco Jogos de armar, como el enceroscopio -encerador-licuadora-mezclador- o el buzinorio -mesa de bocinas-. "Se trata de aproximarse lo más posible a un lenguaje musical con cosas que no hablan un lenguaje musical".
"No se puede decir que yo tenga un gran éxito en Brasil, porque soy un artista que vende sobre los 40.000 discos y eso para las grandes compañías no es nada, pero hay un segmento del público que me sigue, se interesa por lo que hago, llena teatros", dice. Plenamente recuperado de sus problemas cardiacos, el año pasado editó el libro Tropicalista lenta luta, su respuesta a Verdad tropical, de Caetano Veloso.
En Defeitos de fabricação señalaba con ironía una serie de defectos de los habitantes del Tercer Mundo: soñar... "Defectos que causan mucha preocupación en nuestros patronos del Primer Mundo porque nosotros somos androides que deberían únicamente trabajar. Pero después del trabajo, resulta que bebemos, cantamos, bailamos, amamos y, lo peor de todo, pensamos -ya les gustaría poder hacernos una lobotomía-. Todo eso es peligroso porque puede aumentar el tamaño del cerebro y pueden empezar a nacer Jesucristos y Fidel Castros y Lopes de Vega y Cervantes".
A George Bush, al que le ha dedicado una canción en su último disco, Imprensa cantada, lo considera una musa por su exceso de estupidez, prepotencia y truculencia. "Desde pequeño tuve que conformarme con no poder hacer música contemplativa. Una de las maneras de salvarme de no ser un compositor bien dotado fue hacer reportajes sobre lo que sucedía a mi alrededor. Mi música es siempre un camuflaje de la rebeldía, que en realidad es el producto que fabrico, no arte".
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