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Reportaje:

Pintura contra las balas

Un grupo de artistas plásticos de Durango expone una colección de obras para denunciar las guerras

A simple vista puede parecer una reproducción de Los fusilamientos del 3 de mayo. Una observación más detallada permite descubrir que una de las víctimas viste la tradicional kufiya palestina; además, el pelotón de fusilamiento no está compuesto por soldados napoleónicos, sino israelíes. El perfil de cúpulas y minaretes que se recorta sobre el horizonte termina de confirmar que alguien ha alterado la obra de Francisco de Goya.

El atrevimiento lleva por título Jerusalén, el muro de la vergüenza, y pertenece a la exposición Artistas de Durango contra las guerras, que se puede contemplar hasta el próximo día 28 de octubre en el centro cultural San Agustín de la localidad vizcaína. "Lo mismo que pasaba hace dos siglos pasa ahora", explica el autor de la obra, el pintor José Antonio Tapiz, que es también uno de los organizadores de la muestra. "La causa es la misma de siempre, las guerras; y para mí Jerusalén es hoy el muro de la vergüenza", concluye.

"Si no nos cambia ver en TV un niño muerto en Gaza, ¿qué va a cambiar un cuadro"

Esa idea resume el espíritu de esta iniciativa, impulsada por la plataforma local contra la guerra de Irak. Un total de 14 artistas han aportado sus creaciones -cuadros, fotografías, esculturas y montajes de vídeo- con la intención de suscitar en el público el debate sobre las consecuencias de las guerras en el mundo. Los organizadores quieren utilizar el arte para incitar a la reflexión a quienes visiten la muestra. "Queremos derrocar el tedio, la pasividad y la apatía", argumenta otro de los organizadores, el dibujante Jon Román. "Nuestro objetivo es mantener viva la posibilidad de movilizar a la gente, de activar mecanismos de respuesta; esas son las pequeñas revoluciones que reivindicamos".

Precisamente ese carácter militante es el nexo de unión entre los creadores que participan en la exposición, pues la mayor parte de ellos participó en las plataformas cívicas que a lo largo del año pasado se formaron para protestar contra la invasión de Irak. Es por ello que entre las obras expuestas predominan las alusiones a ese conflicto bélico y a sus responsables, aunque las hay también que reflejan las consecuencias de la carrera armamentística, la inmigración o las condiciones de vida en las cárceles.

Sin embargo, a pesar de las nobles intenciones que inspiran la iniciativa, algunos de los artistas que en ella participan se confiesan pesimistas a la hora de evaluar la huella que puedan dejar entre los visitantes. "Si no nos hace cambiar la imagen en televisión de un niño muerto en Gaza, ¿qué va a cambiar un cuadro", se pregunta el pintor Fernando de Vicente, para quien la única aportación del arte puede ser "crear un hombre con una sensibilidad nueva, que quizás sea necesaria para una sociedad nueva". Fiel a esa idea, ha escogido para esta ocasión un lienzo que representa un niño aún no nacido, sobre una escalera "que sube o baja según adónde se quiera ir". El nombre del cuadro, Udaberria ala hil, (Primavera o muerte), juega con su similitud al lema de ETA "Aberria ala hil", (Patria o muerte). "La guerra es como el sida, es como un virus, nos vemos metidos dentro y no podemos salir. Cuanto más cerca nos queda, más justa nos parece, pero cuando lo vemos de lejos decimos: ¿por qué no dejan de matarse?", reflexiona el autor.

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Desde otro rincón del recinto, la mirada oscura de otro niño sorprende al visitante. La expresión -entre adusta y temerosa- de su rostro y la cabeza rapada lo asemejan a una de esas imágenes de prisioneros judíos en los campos de exterminio nazis. Junto al cuadro, un título breve: La huella. Son dos palabras que resumen lo que, "con más sentimientos que medios", quiere expresar su creadora, la pintora Elena Solatxi: los devastadores efectos que los conflictos bélicos dejan entre los niños que las sufren. "En los Balcanes, o en Rusia hace bien poco, las generaciones que quedan después de que hayan matado a su familia guardan un odio que va a generar más guerra con el tiempo", opina esta artista.

Entre apelaciones a grandes guerras, la muestra guarda un sitio para otras más pequeñas y cotidianas. "Esta obra es autobiográfica", dice el pintor cubano Oswaldo Valdés. Este autor, que reside en Euskadi desde hace diez años, no ha utilizado un lienzo para plasmar su arte, sino una puerta de madera rescatada de un caserío, "porque en el llamado Tercer Mundo somos expertos en reutilizar los materiales". Sobre ella, la imagen de tres niños desnudos en una patera que miran a un horizonte incierto. Destellos blanquecinos salpican sus espaldas. "Se emigra de noche, para no ser visto ni descubierto", aclara el autor, "se huye de noche; por eso se ve el reflejo de la luna en los cuerpos".

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