El caso de Cassano
Los italianos suelen ser aficionados a la dietrología, que consiste en la deducción de lo que puede haber detrás de los acontecimientos. Supongamos que Fulano se acerca a Mengano y le pega una patada en la espinilla: un dietrólogo piensa inmediatamente en lo que Fulano puede haber hecho antes a Mengano para provocar la acción, o más bien en lo que Fulano puede haber hecho a un personaje desconocido para que tal personaje haya impulsado a Mengano a patear a Fulano, y en los objetivos ocultos del personaje desconocido. La dietrología es muy complicada y siempre acaba descubriendo conspiraciones y organizaciones secretas, lo cual suena a absurdo en cualquier parte menos en Italia.
Resulta difícil comprender el caso de Antonio Cassano sin recurrir a la dietrología. El pequeño genio del Roma ha acelerado el ritmo de las cassanatas -otro neologismo: dícese de las idioteces perpetradas por Cassano- hasta extremos insólitos: el jueves abandonó un entrenamiento porque un juvenil le pasó mal el balón y el domingo anterior jugó con fiebre y al ser sustituido, en el segundo tiempo, mandó a paseo al entrenador. Por primera vez, el Olímpico le silbó. El seleccionador, Marcello Lippi, tuvo que jurarle amor eterno y pedirle perdón por no convocarle para el encuentro con Eslovenia. Cassano puso mala cara y no dijo nada: se pelea con todos y no habla con nadie. No se comunica con la prensa desde abril.
Lo curioso es que, mientras tanto, le hacen carantoñas desde Milán. Carlo Ancelotti, el técnico de la sociedad de Silvio Berlusconi, asegura que, en el Milan, "Cassano sería más feliz y resolvería sus problemas". ¿Y qué dicen en el Inter? Palabras del técnico, Roberto Mancini: "Si pudiera pedirle un jugador al presidente, le pediría a Cassano". Y en la discreta Juventus de Turín callan, o sea otorgan. ¿No será que Cassano quiere forzar la ruptura con el Roma? ¿No será que quiere hacer las maletas? Éste parece un caso de pura dietrología.
O eso o es que Cassano está aún más loco de lo que pensábamos.
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