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Crítica:DANZA | Ballet de la Ópera de París
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tradición y despropósitos

Era anteayer la representación 266 de Études, que entró en conversión propia en el repertorio de la Ópera de París en noviembre de 1952, ocasión ahora para celebrar remozamiento y aniversario que remiten a otros tiempos dorados, a una conciencia diferente sobre la herencia del ballet académico. Y ha sido emotivo, pues este ballet, cuyo argumento es una devota referencia a la propia danza clásica, pone en juego y evidencia a todo el conjunto. Fue bailada por Laetitia Pujol, el español José Martínez y Mathieu Danio, los tres etoiles de la casa parisina que dieron bastante de sí junto a un cuestionado cuerpo de baile pero sin llegar por asomo a la brillantez de la generación precedente. Da que pensar.

Ballet de la Ópera de París

Études: Harald Lander / Carl Czerny-Knudäge Riisager; Veronique Doisneau: Jérôme Bel; Glass pieces: Jerome Robbins / Philip Glass. Orquesta Colonne. Dirección musical: Paul Connelly. Ópera Garnier. París, 7 de octubre.

En la siguiente obra, una bailarina sola en el enorme escenario con micrófono, botellita de agua y ropa de trabajo, dice: "Estoy casada, tengo 41 años, dos hijos...", y cuenta sus avatares laborales, la dura vida de la solistilla del montón que debe permanecer estática en largas poses, habló de lo que odia y de lo que ama en su casa madre tratando de un cierto humorismo desde el resquemor. El largo solo de más de 30 minutos de duración es ofensivo con la tradición, provocador con la institución y vengativo con el ballet mismo, careciendo de sentido en una compañía prestigiosa, histórica, que cuenta con 170 elementos.

Cerró la representación Glass pieces, creada por Robbins en 1983 para el New York City Ballett y que entrara en la Ópera en 1991. Mucho se ha escrito sobre esta verdadera obra maestra de conexión del mundo contemporáneo a través del ballet moderno por un coreógrafo maduro y experto. Se establece una conexión que puede calificarse de mágica entre Études y Glass pieces, en ambas hay un intento evolucionado de abstracción, un uso depurado del centenario vocabulario del ballet académico y una adecuación a la también evolucionada técnica de los artistas de ballet, lo que hace volver la mirada y el pensamiento retrospectivo a cómo se conserva el pasado en función del presente y con visión de futuro.

Francamente: el ballet de la Ópera de París de hoy no es lo que era una o dos generaciones atrás. Se baila bien, en cierto sentido la compañía sigue siendo ejemplar, pero falta quizás la parte devota y de reflexión que Lander imprimió a su obra y que quiere decir sumariamente que si el arte del ballet es eterno lo podrá ser siempre que sus intérpretes lo entiendan y practiquen con honesto esfuerzo y rigor. La Ópera Garnier estaba llena hasta la bandera y los aplausos para Études significaron, como siempre, esa arrebatadora pasión del público parisino por los grandes ballets, la técnica y la perfección.

José Martínez, en una escena de <i>Études</i>.
José Martínez, en una escena de Études.ICARE
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