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Columna
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Centella

TRAS JUBILARSE, después de medio siglo de enseñanza, George Steiner fue invitado por la Universidad de Harvard para dar una serie de conferencias, durante el curso académico 2001-2002, bajo el prestigioso auspicio de Charles Eliot Norton. El tema elegido fue el que luego sirvió como título del correspondiente libro, ahora traducido al castellano: Lecciones de los maestros (Siruela), donde, en efecto, desarrolla el tema de la enseñanza a lo largo de los siglos, fundamental, pero no exclusivamente, a través de la experiencia occidental clásico-cristiana. No lo hace, desde luego, desde una perspectiva de la técnica pedagógica, ni, aún menos, desde la historia de la docencia académica, sino buscando el grano de sal de lo que ha significado el magisterio vocacional con todo su sentido profético y carismático. Evidentemente, como no se podía esperar menos en una personalidad como la de Steiner, una mezcla de erudición sin fronteras y ardoroso fuego polémico, su ensayo sobre esta acuciante cuestión es una reflexión sobre el legado del pasado para trasmitirnos su angustiosa inquietud en relación con lo que ocurre hoy con la enseñanza, donde los auténticos maestros son ya una rareza todavía más escasa, según sus propias palabras, que "los artistas virtuosos o los sabios".

Aunque, como todo, la hecatombe que, según Steiner, sacude actualmente a la enseñanza se fraguó desde hace siglos, es evidente que la revolución pedagógica que ahora arrasa el legado tradicional data de hace relativamente poco, quizá tan sólo de los últimos 30 años. No se trata simplemente de la aparición de nuevos métodos, sino, por decirlo de una forma sencilla, de sustituir el conocimiento por la información y de subordinar la formación intelectual a la integración social. Ante este panorama aterrador para alguien de su generación -Steiner nació en 1929-, pero también yo diría para cualquier profesor formado antes de 1960, este autor nos recuerda las categorías fundamentales del magisterio tradicional -la presencia física, la oralidad, la actitud ejemplar, el erotismo y, en fin, la generosidad y, por tanto, la soledad del verdadero maestro-, para concluir que estas cualidades son imposibles por la "irreverencia" de nuestra época. En este contexto, Steiner se pregunta: "Cientifismo; feminismo; democracia de masas y sus medios de comunicación. Las 'lecciones de los maestros' ¿pueden sobrevivir al embate de la marea?".

Aunque la cita recién consignada, con su tono de abierta provocación, puede dar la falsa impresión de que el libro de Steiner es una soflama elitista, de naturaleza apocalíptica, en realidad es sólo un vagido melancólico de quien sabe que el mundo que ama toca a su fin. Una despedida antes de ingresar en el reino de la noche, donde acabamos todos los seres humanos, a los que la muerte nos convierte en solitarios. El fuego de una imprecación en este trance tiene algo de admirable centella, que, como las estrellas, sigue iluminando el espacio mucho después de su consunción.

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