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Crítica:CANTO | XI Ciclo de Lied
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La pasión checa

Canciones bíblicas, canciones nacionales eslovacas, canciones sobre poemas populares moravos. Urbanová y su pianista organizaron en Madrid una auténtica fiesta checa del canto, con Dvorak, Martinu y Janácek de estrellas invitadas. Ha sido una idea excelente para aligerar un ciclo rebosante de los profetas del lied centroeuropeo. En ese terreno de la elaboración del programa es en el que primero hay que situar y valorar el recital de anteayer en La Zarzuela. Se cantan tan poco por nuestras latitudes estas piezas tan hermosas que el placer del descubrimiento se coloca en el centro del recital.

Se supone a la soprano el dominio hasta las últimas consecuencias de la prosodia del idioma checo. Y al pianista, la familiaridad con el estilo adecuado para el acompañamiento. La autenticidad parece fuera de dudas. Lo primordial es entonces ver las posibilidades de la pareja para transmitir la belleza indiscutible de las canciones. Se imponía más que otras veces la necesidad de la seducción desde el terreno artístico. En líneas generales, Urbanová y Svec se metieron al público en el bolsillo. El bloque más compacto fue, en cualquier caso, el dedicado a Janácek, tal vez porque la soprano se liberó de una vez por todas a esas alturas del recital de sus tics operísticos. Urbanová se descolgó en la primera de las propinas con un aria de la ópera Rusalka, de Dvorak, y, la verdad, armó la marimorena, pues sacó a flote una inmensa cantidad de recursos teatrales y emotivos y, por encima de todo, cantó maravillosamente bien.

Eva Urbanová (soprano)

Con David Svec (al piano). Canciones de Antonín Dvorák, Bohuslav Martinu y Leos Janácek. XI Ciclo de Lied. Fundación Caja Madrid. Teatro de la Zarzuela, 4 de octubre.

Estaba todo muy claro. Urbanová es una cantante operística. En el lied se desenvuelve, no obstante, con soltura. Al menos en los autores de su tierra. Seguramente su voz un tanto oscura sea la más apropiada para dibujar la poesía lírica de sus paisanos. Se movió con sensibilidad en Dvorak, con empuje en Martinu, con maestría en Janácek. La disciplina y fuerza del pianista le dieron seguridad. No había excesivos altibajos y mucho menos sobresaltos. Todo fluía con naturalidad, incluso con encanto. El placer de la sorpresa se imponía junto a la credibilidad de los intérpretes. Una noche diferente, relajada, interesante y hermosa.

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