El Madrid sigue tieso
El equipo de García Remón se estrella ante el peor Depor de los últimos tiempos tras un partido calamitoso
Tan poco fiables son hoy día el Madrid y el Depor que ya no se sabe cuál de los dos tiene algún remedio inmediato. El cuadro gallego, que llegó a Madrid con sólo una victoria liguera y tras otro azote en Mónaco, jugó de forma tan calamitosa como su oponente, que encaró el choque tieso en la Liga y aliviado en Europa tras su balsámica remontada ante el Roma. Con ambos en el alambre, el Depor salio beneficiado por una pifia monumental de los madridistas, que primero entregaron la cuchara de forma patética en el gol y luego se comportaron como esos equipos de corte plano que no tienen más guión que encadenar un pelotazo tras otro al cielo del enemigo. Pura filfa. Un despropósito para una constelación futbolística que presume de tener a cuatro de los mejores puntas del planeta: Raúl, Ronaldo, Owen y Morientes. Con los cuatro en sus filas lleva cuatro tantos en seis partidos: el inicio más seco de su historia.
REAL MADRID 0 - DEPORTIVO 1
Real Madrid: Casillas; Salgado, Helguera, Samuel, Roberto Carlos; Beckham, Celades (Raúl Bravo, m. 81); Figo, Zidane, Raúl; y Owen (Morientes, m. 51).
Deportivo: Molina; Manuel Pablo, César, Andrade, Capdevila; Sergio, Duscher; Víctor (Scaloni, m. 61), Valerón (Fran, m. 88), Luque (Munitis, m. 74); y Pandiani.
Goles: 0-1. M. 45. Balón largo de Pandiani a Luque, que enfila hacia la portería y bate por alto y con frialdad a Casillas.
Árbitro: Teixeira Vitienes. Amonestó a Zidane, Samuel, Salgado y Manuel Pablo.
70.000 espectadores en el estadio Bernabéu.
Madrid y Depor dieron muestras de sobra de su pésimo estado actual. Los dos equipos se partieron desde el arranque, con las líneas agrietadas, con un latifundio entre las delanteras y las defensas. Sin rigor táctico alguno, con mucho brío y escaso sentido común, uno y otro decidieron jugarse las alubias en las áreas. Nada de temple, con el juego descosido y la pelota a toda pastilla por el césped. Del desaguisado general el primero que pudo sacar rendimiento fue el Deportivo porque su enemigo, inopinadamente, consintió que Valerón flotara a su aire toda la noche. Pero el canario vive estos días tan afligido como su equipo. No es que alguna vez fuera el corneta del grupo -le falta nervio para ello-, pero al menos cuando encendía las luces todo brillaba más a su alrededor. Ahora, con el equipo a la baja, Valerón está pálido y el Depor no pudo exprimir la desatención de Celades y Beckham, que, como pivotes que aparentan ser, jamás tensaron la cuerda sobre el canario. Y mucho menos sobre la pelota, que les ignoró siempre.
Sin eje alguno, el Madrid se encomendó al empeño de Figo y Raúl, que de nuevo apretaron los dientes como nadie. Con el empuje de ambos, el Madrid estuvo siempre un escalón por encima de su rival. Sin mucho brillo, desde luego, pero con un punto emocional suficiente para destartalar al Depor en muchas fases del juego. El grupo de Irureta se defendió mal, hizo ascos a la pelota y nunca vio claro su papel en el encuentro, en un duelo clásico de las últimas temporadas, sobrado de enjundia en la última década. Decapitado por la ausencia de pretorianos como Naybet, Mauro Silva y Fran, el equipo gallego no tiene claro en qué dirección remar. Como el Madrid tampoco está afinado, el conjunto local le dio carrete justo en el peor momento, cuando los deportivistas achicaban agua junto a Molina.
Al filo del descanso, como ya ocurriera en Leverkusen, los madridistas se enredaron en una bronca con el árbitro por una supuesta faltita de Valerón en la orilla derecha de la defensa del Depor. Es decir, a un mundo de Casillas. Tan mal ocupa los espacios racionales el Madrid que del saque de banda de Manuel Pablo a un palmo de Molina se originó un contragolpe mortal de Luque. Una jugada parvularia: un cambio de juego de Pandiani, Luque que descuelga a Salgado en la carrera y gol. Mientras el balón sacudía la red, los madridistas aún le daban la lata al árbitro.
El tanto encerró definitivamente al Depor, que se ve tan enfermo que, lejos de apuntillar a su vecino de planta, bajó la persiana durante todo el segundo tramo. Con todos con el casco puesto cerca, muy cerca, de Molina. En una trinchera de la que se libró Owen, relevo de Ronaldo por delante de Morientes hasta que García Remón le puso el chándal nada más comenzar el segundo tiempo. Salvo desperdiciar un remate regalado por Raúl, no hubo noticias del inglés. Tampoco de Zidane, por lo que el Madrid siguió a merced del voluntarismo de Figo y Raúl. El portugués pasó una engorrosa tarde con Capdevila, que apenas se comió un amago del extremo. Lejos de dimitir, Figo multiplicó su oficio. Fue de banda a banda y, frenados sus regates, hizo lo posible por enroscar con sentido cada centro, otra suerte que domina como pocos.
Al Madrid no le resultó suficiente. La cabeza de Morientes se convirtió en el objetivo unánime, pero los centrales deportivistas barrieron cada pelotazo aéreo para suerte de César y Andrade, tan felices ellos a cabezazo limpio. No tuvo otros argumentos el Madrid, al que esta vez ni siquiera Raúl pudo rescatar. Los males de este Madrid son muchos, por más que el Roma tuviera un cierto efecto terapéutico. La realidad es que en seis jornadas ya está a siete puntos del líder y, lo que es peor, tan mal remendado como al principio de curso.
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