Todo pundonor
Que la gripe es mala compañera para una garganta apasionada lo confesaba Antonio Orozco ante su audiencia, numerosa y heterogénea; entregada y dispuesta a suplir con su coro colectivo las carencias técnicas que Orozco, merced al ataque de un virus sin sensibilidad para la música, padeció en su presentación en Madrid.
Al ataque de entrada con Solamente verdades, Ramón y su caja de música y La distancia es el olvido, las tres pertenecientes a su tercer disco, El principio del comienzo -más de cien mil copias facturadas-, Antonio Orozco se situó al frente de su excelente banda de acompañamiento para tratar de sacarle a la velada todo lo más que pudiera.
Relató al respetable su mal de garganta, pero no le dejó reaccionar porque enseguida le atacó con una de sus más celebradas composiciones: No puedo más, de su segundo álbum, Semilla del silencio.
Antonio Orozco
Antonio Orozco (voz), Xavi Pérez (teclados), Tato Latorre y Jonathan Cabdles (guitarras), Rafa Martín (bajo), Michel Solves (batería) y Sergio Pérez y Paco Mostazo (coros). Sala La Riviera. Madrid, jueves 30 de septiembre.
Mecido entre los brazos de un estilo de canción romántica que borra nota a nota la frontera entre el pop convencional y los terrenos en los que manda el deje aflamencado, Orozco continuó desarrollando ese personal crossover que tanto éxito le ha reportado con sólo tres elepés.
Baladas
Si bien las melodías de sus canciones no exhiben ni una complicación, ni tan siquiera un giro inesperado, la verdad es que el solista les saca un partido encomiable. Especialmente cómodo se siente Antonio Orozco en terrenos de balada, como pudo apreciarse en Irremediablemente celos o Déjame, tema que abre su último disco y en el que desgrana versos tales como "Que por momentos te echo de menos, que sin tus besos no sé vivir".
Siempre cubierto por las voces de dos extraordinarios cantantes de apoyo y con la colaboración de dos guitarristas que iban tejiendo un manto de colores alrededor del solista, Antonio Orozco, que por momentos parecía a punto de que se le estallasen las venas del cuello, aguantó todo pundonor y no permitió que la atención de la hinchada decayese en ningún momento.
Especialmente intensos fueron los momentos de comunión con los espectadores provocados por dos canciones del bis: Devuélveme la vida y Estoy hecho de pedacitos de ti.
Estas canciones fueron el colofón ideal de la actuación de Antonio Orozco para una noche en la que los detalles técnicos habrían de pasar a un segundo plano en aras de la expresión sincera de un solista al que la ilusión por cantar se le pinta en la cara.
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