"Para Debussy necesito control y buen gusto"
Su madre se ha quedado en el pueblo porque sufre cuando se sube a un avión y tiene a Julita, su primera profesora, rezando algunos rosarios más de los habituales. Todo vale para que Javier Perianes (Nerva, Huelva, 1978), uno de los pianistas españoles con más futuro, triunfe hoy en su debut en el Carnegie Hall de Nueva York, ese templo al que acceden sólo unos cuantos elegidos.
"La primera vez que escuché hablar del Carnegie Hall fue a propósito de alguna grabación de algún grande, no sé, puede ser Horowitz o Rubinstein, pero debutar ahí no significa ni por asomo que me vea equiparable a ellos. Qué va, poco a poco se digiere todo mucho mejor. La pretenciosidad te aleja de la realidad y no me gusta perder la perspectiva", cuenta Perianes.
Lleva un programa bien diseñado, con obras españolas de Manuel Blasco de Nebra y Manuel de Falla, y retos que van desde el clasicismo de Haydn y Schubert a la profundidad y hondura modernista y modernísima de Debussy. Se arriesga y mucho en su primera oportunidad neoyorquina: "Nebra es idóneo para entrar en el clasicismo vienés por sus reminiscencias, que van desde Scarlatti a Carl Philip Emanuel Bach. Es una ventana perfecta para asomarse a Haydn y Schubert".
Luego está Debussy, una de sus debilidades, cuyo primer libro de Preludios ha grabado junto a la Alborada en Aurinx, de Montsalvatge. "En ellos hay cambios de ambiente y anímicos. Requiere control técnico y buen gusto musical", afirma. Es muy joven, pero ya va encontrando un sitio que pocos le discuten. Los suyos -proviene de una familia andaluza humilde que le ha apoyado siempre- han hecho muchos sacrificios y sus maestros le han marcado: "No se te olvide mencionar a ninguno, por favor, todos son cruciales para mí: Julia Hierro, María Ramblado, Lucio Muñoz, Ana Guijarro y Josep Colom", dice.
Pero tampoco puede dejar de hablar de la última persona que le ha acogido bajo su manto: Daniel Barenboim. "Estuve con él en Viena mientras hacía el ciclo completo de sonatas de Beethoven. Fue todo un privilegio y un regalo. Me acercó ideas técnicas, musicales y metafísicas sobre el Primer concierto de Brahms, la obra que trabajamos juntos en ese tiempo", cuenta. Volverá a trabajar con él: "En enero de 2005 iré a Chicago para participar en el proyecto Barenboim-Beethoven, en el que el maestro ha seleccionado a varios pianistas a quienes impartirá una clase magistral sobre una sonata de Beethoven que luego retransmitirán televisiones europeas y americanas".
Va recogiendo los frutos de un esfuerzo personal grande: "No puedo quejarme, he trabajado mucho pero no hasta el punto de querer resultar demagógico". Más en un tiempo donde abundan los pianistas jóvenes y es difícil abrirse camino. "No suelo pensar en esas cosas, en lo difícil que puede ser ganarse la vida en este medio. Sólo trabajo y dejo que Dios me ayude, pero, al final, de lo que trato es de mover algo en el corazón de la gente que te escucha. Nada más... y nada menos".
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