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Columna
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Desamor

Francisco de la Torre, alcalde de Málaga, es el rey de la perseverancia o, como diría un político de su partido, una mosca cojonera e inasequible al desaliento. Dispuesto, una y mil veces, a sacarle los colores a la Junta, a enfrentarse él solo, como leal mosquetero de Rajoy, a las huestes de Chaves y no dejar títere con cabeza cuando cualquier consejero llega a Málaga; para todos tiene un reproche, una insinuación, una propuesta, una carta de desamor, un guiño de aquí te quiero ver. Paco de la Torre es, como mucho, un político machacón, que echa horas y horas, pero cambiante, dubitativo (que se lo digan a Enrique Linde) y que, si le aprietan demasiado, podría dar la escapada. Y no digo una tontería.

La Junta, que conoce estas debilidades, las explota como nadie. Hay consejeros que antes de venir a Málaga ya se plantean cómo provocar a Francisco de la Torre y dejar en evidencia sus posiciones. Había un tiempo glorioso, los de Luciano Alonso como delegado de la Junta en Málaga, que cada día se levantaba con la sagrada misión de cabrear al sursum corda, muy especialmente a Paco de la Torre. Ahora, José Luis Martos templa más las gaitas, pero cuando se le sueltan las ideas las tira a la línea de flotación. Paco, que no es manco, devuelve y devuelve los tiros que le llegan por todas partes. También de su partido: Ramírez, cada vez con menor fuerza, dispara con escopeta de feria y Manuel Atencia y la fogosa Celia Villallobos son como cohetes de feria. Por eso, a Paco le cabe la gloria de enfrentarse a todo dios, y de ahí que no le quede tiempo para gobernar o que le metan goles como el de los Pinares de San Antón, que de nuevo se lleve el Plan Guadalmedina a una feria como proyecto estrella y que no está ni en los papeles o que Málaga sea la ciudad más sucia de Andalucía y el Palacio de Ferias, muerto de risa, por poner sólo unos ejemplos.

La gran Teófila Martínez, en el Senado, ha sentado sus reales Y a su estilo. Ya conoce Solbes la medicina Teo. Dinamita pura. Claro que Solbes, el flemático, templó la faena, y le contestó con una frase antológica; "Hay que tener mucho oficio para decir ciertas cosas, pero a veces hay que tener más para oírlas". Dicho está.

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