_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Dudas

La verdad, no sé qué resulta más brutal, si enviar un helicóptero a matar gente o enviar un suicida. La diferencia fundamental supongo que consiste en que el piloto puede repetir, sumar víctimas y colgarse medallas. El suicida se inutiliza automáticamente para cometer nuevas masacres. Otras diferencias deben encontrarse en los impulsos místicos de carácter religioso, justiciero o vengativo del suicida, bien aprovechados por quienes le envían, y en los impulsos místicos pero de carácter patriótico, civilizado y militar del piloto, igualmente bien aprovechados por los remitentes. Se entiende la repugnancia que provoca la muerte de un rehén a manos de sus captores, pero no la indiferencia generalizada ante la muerte de centenares de civiles bombardeados. Supongo que influye la asimetría en el tratamiento de la noticia. La diferencia entre decapitar un rehén o sepultar en su domicilio una familia entera, debe ser puramente estética. No parece que las diferencias efectivas en la manera de matar puedan ser de orden ético. Según se dice, los gobiernos no deben ceder al chantaje de un secuestro para salvar la vida a sus ciudadanos, pero sí al chantaje de la razón de estado o de sus compromisos con aliados estratégicos, dejando que sean asesinados. En Irak, algunas Empresas y algún país ya han demostrado, con su retirada, que pueden salvar a sus ciudadanos sin más consecuencias que la posibilidad de enfados y represalias por parte del imperio, que solo les necesita como coartada.

Los niños de Beslán fueron asesinados por los que envían suicidas y por los que envían soldados. El salvaje secuestro y el salvaje asalto policial tienen culpables directos e indirectos. Los máximos responsables de tan despiadada masacre son los poderosos conductores del mundo actual, los Putin, los Bush, los Sharon, y seguramente, quienes, más o menos manipulados, les votan; puesto que, al parecer, a mayor crueldad más votos. Se puede extender la responsabilidad a la comunidad internacional, dispuesta a la comprensión y la cautela; a la UE tan cuidadosa en sus expresiones de condolencia y sus justificaciones. A la citada asimetría mediática de los titulares (la mano de hierro de Putin, los nervios de acero de Putin, en lugar de: los asesinatos de Putin, la masacre de Putin). A los terroristas, que utilizan teatros y escuelas como objetivo. Su ciudad, su familia, fueron destruidas por el ejército ruso, su país fue machacado por orden de un centralista sicópata sin escrúpulos, perfectamente comparable a Stalin. Pero ni la desgracia del pueblo checheno, ni la de los demás pueblos invadidos y destruidos, se resuelve con muertos inocentes, que siempre refuerzan a los partidarios de más muertos, a quienes extienden y estimulan la desesperación y la violencia. Bush parece convencido de que su siniestra política de seguridad, avalada por sus oraciones, es la única vía contra el terrorismo. Putin después de rezar en solitario ha dicho que el secuestro de Beslán demuestra que su política es la correcta. Por su parte Sharon continua matando y destruyendo con misiles y excavadoras. Su inteligencia respectiva y su catadura moral aseguran la ampliación y duración del terror. Las dudas consisten en saber si creen en la eficacia de sus políticas, a pesar de los resultados, o si éstas son simplemente su respuesta a intereses económicos, suyos y de los estamentos que realmente dominan en sus respectivos países, en cuyo caso no sé hasta que punto se podría responsabilizar también en buena parte a su ideología liberal. A sus democráticos criterios sobre libertad y derechos.

Me inquieta no saber si las expresiones utilizadas aquí, como otras que en mayor o menor medida las pienso en la misma indignada dirección, derivadas de hechos conocidos por todo el mundo, forman parte del pensamiento de la actual y deteriorada izquierda. De un "pensamiento blando y sentimental", del que "la obligación de un pensamiento honesto tendría que ser disentir de la izquierda" según aconsejaba hace unos días en este diario Juan Pablo Fusi, al que supongo (doy por seguro) denunciando y condenando los mismos hechos, pero sin encontrar ninguna relación con los sistemas, con las políticas y con los ideólogos del moderno y honesto pensamiento liberal. Me preocupa (no excesivamente, por no estar ya en edad de cambios convenientes), pertenecer al gremio de los esquemáticos, de los progres trasnochados, incapaces de abandonar viejas ideas y rancias convicciones. Al gremio de quienes no desligan el pensamiento de la derecha liberal de las actuaciones de los Estados en que su influencia es mayor. En lenguaje clásico: la influencia que ejerce en el mundo la ideología dominante de las clases dirigentes. Con perdón.

Doro Balaguer es escritor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_