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Reportaje:

Entre los rescoldos de Beslán

Álvaro Gil-Robles recorre la martirizada ciudad osetia tras visitar Chechenia

Pilar Bonet

Un crepúsculo rojizo iluminaba Beslán cuando el comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Álvaro Gil-Robles, llegó a esta ciudad de Osetia del Norte, abatida por la tragedia que ha dejado más de 300 muertos, en su mayoría niños, 700 heridos y decenas de cadáveres no identificados.

Gil-Robles viajó a Beslán en un helicóptero militar ruso desde Chechenia, la cercana república asolada por la guerra. Allí, durante tres días, el comisario había inquirido sobre la seguridad, las condiciones de vida y las desapariciones y hasta había inspeccionado el calabozo especial de Grozni donde el ministerio del Interior custodia a presuntos implicados en el asesinato del ex presidente Ajmad Kadírov.

"A ver si por una vez aclaran lo que ha pasado; se trata de nuestros hijos", exige un ciudadano

Beslán no estaba incluido en el itinerario del comisario para preparar su informe sobre los derechos humanos en Rusia. Sin embargo, se empeñó en visitar la escuela Número Uno para condenar la "mostruosidad" del secuestro terrorista del 1 de septiembre y expresar su solidaridad y la de los europeos con las familias de los muertos.

En el nuevo cementerio de Beslán, Marina, Irma y Timina, enlutadas, miran sin expresión el cortejo que se para a su lado. Marina ha venido a poner flores en la tumba de su hija Valeria, de 3 años, y tiene otra hija, de 10, hospitalizada en Moscú. Con cortesía, pero con una imperturbable expresión de dolor, escuchan las palabras de consuelo de los visitantes extranjeros.

Sobre sus cabezas graznan los cuervos. Al fondo se perfilan las siluetas de las fábricas de vodka, principal industria de la ciudad. Sobre las tumbas infantiles hay una variada fauna de peluches, así como bombones, manzanas y muchas botellas de agua, como las que los terroristas negaron a los niños. Ya en la ciudad, el comisario recorre la sala de deportes de la escuela. "A ver si por una vez aclaran lo que ha pasado. Se trata de nuestros hijos", le espeta un lugareño a Ela Pamfílova, la jefa de la Comisión de Derechos Humanos de Vladímir Putin, que acompaña al comisario junto a Vladímir Lukin, el defensor de los derechos humanos de Rusia. "Callaremos hasta que se acabe el luto", advierten.

La tragedia de Beslán planea sobre el norte del Cáucaso y añade imprevisibilidad a los conflictos de la zona. En Grozni, la capital de Chechenia, los interlocutores de Gil Robles, ya fueran dirigentes locales, funcionarios o ciudadanos, insistían en expresar su repulsa. "Los chechenos no hacen cosas así", era su mensaje. Sin embargo, Beslán "ha perjudicado nuestra relación con otros pueblos del Cáucaso", dice una funcionaria, según la cual, a los estudiantes chechenos en Osetia del Norte, "les han indicado que sería mejor que se marcharan porque los osetios no pueden garantizar su seguridad".

Las fuentes de la violencia siguen manando veneno en Chechenia, donde los secuestros y las desapariciones son un gran obstáculo para la estabilidad. Desde el 2000 ha habido 2.450 desaparecidos, según el vicefiscal de la república, Vladímir Cherniáyev, quien admite en Grozni que sólo una ínfima parte de los casos han pasado a disposición judicial. La organización de derechos humanos Memorial y los dirigentes chechenos hablan de 4.000 desaparecidos.

Tras las máscaras de los delincuentes hay miembros de las tropas federales rusas y también chechenos de uno y otro bando. Lo mismo puede tratarse de una venganza de sangre o de un interrogatorio que ha ido demasiado lejos. Más inquietante que los mismos delitos es la posición de la fiscalía del Estado. Aunque teóricamente debería perseguir estos desmanes, se inhibe y consiente. Los miembros de la fiscalía de la república trataron de rehuir el contacto con el comisario y estuvieron ausentes de un seminario celebrado en Grozni, donde los miembros de la administración chechena se unieron a las organizaciones de derechos humanos en su denuncia de las desapariciones.

Durante el acto, una funcionaria del departamento de Justicia local pidió a Gil-Robles que averiguara el destino de su hijo, Imrán Inalkáyev, que desapareció en un puesto de control militar ruso. "En el registro de la fiscalía encontraron el caso, pero la investigación se había suspendido a los dos meses de empezarse", dijo Cherniáyev, quien habló de su buena cooperación con la fiscalía militar, pero no supo explicar qué le impedía rastrear las huellas de Inalkáyev.

Los posibles autores de los desmanes son tantos, entre los chechenos y entre los rusos, que es fácil perderse tras las pistas. Cuando de uniformados rusos se trata, se pierde mucho tiempo tratando de averiguar si son de Interior, de Defensa, de los servicios de seguridad o de la inteligencia militar, señalaba un funcionario checheno.

"Nadie responde, ni siquiera a nosotros. No hay una base de datos coordinada sobre los desaparecidos", admite Pamfílova. En una escuela de Grozni, los niños dicen que la noche anterior desapareció un adolescente. "Apúntese el nombre de mi hermano, Zelimján Batériev, y el de mi primo Jalimbékov", dice un adolescente refiriéndose a dos desaparecidos.

Acabar con las desapariciones y la impunidad de los responsables es uno de los puntos de un acuerdo alcanzado por Gil-Robles y el presidente electo de Chechenia, Alú Aljánov, el sábado en Grozni. El visitante ofreció ayuda para hacer una base de datos como en Kósovo para identificar a desaparecidos. Aljánov dijo que Ramzán Kadírov, el hijo del asesinado presidente, tutela la búsqueda de los desaparecidos y seguirá haciéndolo, algo chocante para las organizaciones de derechos humanos, que acusan a los hombres del joven Kadírov de estar implicados en delitos semejantes.

Por otra parte, la indulgencia ante los excesos en la lucha contra el terrorismo echa nueva leña al fuego. En una extraña y larga conversación nocturna en el acuartelamiento militar ruso del aeropuerto de Severnii, cercano a Grozni, Gil- Robles explicó al general del Servicio Federal de Seguridad, Ilia Shabalkin, que "quienes representan a un país vestidos de uniforme no pueden y no deben actuar fuera de la ley e igualarse a los terroristas, porque ello engendra nuevo terrorismo". El general dijo haber sacado sus "conclusiones".

Una mujer vuelve con un niño al patio de la destrozada escuela Número Uno de Beslán.
Una mujer vuelve con un niño al patio de la destrozada escuela Número Uno de Beslán.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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