Heras resiste el asalto de Pérez
El asturiano gana la contrarreloj de Madrid, pero se queda a 30s del bejarano, quien consigue su tercera ronda española
Aitor González, aquel TerminAitor que tanto miedo metió a Roberto Heras, es una sombra del pasado. Ganó una Vuelta y desde entonces, 2002, sólo ha mostrado mínimos destellos de su clase. Ahora busca equipo. "Quizás sea mejor así", dice Tony Rominger, ex ciclista y representante de Santi Pérez; "quizás sea mejor para Santi no haber ganado la Vuelta. Sale de ella con tres etapas, un segundo puesto, la etiqueta de mejor escalador y, sobre todo, las expectativas más altas con las que puede soñar. No ha ganado, pero sabe que es joven y que puede ganarla".
Cuando ni Rominger, ni Pérez ni nadie soñaban con la posibilidad de que el fino corredor de Grado (Asturias) pudiera ganar la Vuelta, la mañana de la contrarreloj de Almussafes, Álvaro Pino, el director del Phonak, le dijo a su pupilo: "No es necesario que disputes. Tenemos a Hamilton para ganar la etapa [lo consiguió, aunque su victoria está en el aire tras su positivo por transfusión de sangre] y a Óscar Sevilla para la general. Tú guarda fuerzas, que la Vuelta es muy larga y a lo mejor puedes ganar una etapa". La noche del sábado, 15 días más tarde, Pino apenas durmió pensando en la contrarreloj final, en su Santi, en que como director podría ganar una Vuelta que ganó como ciclista en 1986. Por la mañana se levantó pronto para reconocer el circuito, la carretera estrecha por la Casa de Campo, la subida a Garabitas, a la plaza de España, por la Gran Vía, el descenso hacia Cibeles... Volvió al hotel y después de que su Santi se metiera un buen plato de espaguetis le dijo: "Vas a mover el plato de 55 dientes". Era la primera contrarreloj llana importante de su vida, un territorio inexplorado, un mundo de desarrollos exagerados, posiciones aerodinámicas, fuerzas tremendas. Pérez, que se conoce, no tembló. Partió con la necesidad de aventajar a Heras en 1,5 segundos cada kilómetro, con el convencimiento de que no lo lograría. A quien le decía que Heras había perdido una Vuelta en una contrarreloj le respondía que sí, pero ante un fenómeno, un especialista único como Aitor González.
El mismo argumento funcionaba en la cabeza de Heras, poblada de memorias, buenas y malas. Santi no es Aitor, se repetía el bejarano. Aquel Madrid de 2002, agobiante, aquella interminable Castellana, masacrante, no son la Casa de Campo. Son 28 kilómetros. No es un mundo. "En 2002 salí agobiado, derrotado", dijo Heras; "en esta ocasión no me han perdido los nervios. Esa experiencia me ha servido de mucho. Tenía dudas porque Santi está muy fuerte, pero también confianza en que podría superar el trago".
Nada más salir, nada más lanzarse por la rampa, Heras se dio cuenta de que no le funcionaba el pinganillo. Se resignó. Debería rodar atronado por las voces de Manolo Saiz al volante. Referencias, ánimos, exabruptos al alcance de todos los oídos. No le afectó. Movía alegre su plato de 54 dientes -el infausto día en que Aitor lo pulverizó fue un alma en pena con el de 55-; sabía, lo sentía en las piernas, que el último día no produciría la remontada tan temida del temible asturiano desencadenado. En el kilómetro 10 sólo perdía 4s. Nada. En el 23, pasado Garabitas, ascendiendo la Gran Vía, la cosa se había estabilizado en 7s. "Empecé a disfrutar", continuó; "ya me sabía ganador". Y pudo olvidarse de sus agobios, del sufrimiento en La Covatilla, cuando después de colaborar con Pérez se quedó seco; de Navacerrada, donde vio todo perdido.
"Santi ha estado tremendo. ¡Qué fuerza!", dijo Rominger, impresionado; "no ha podio ganar la Vuelta, pero no la ha perdido aquí. La perdió la primera semana, cuando no sabía que la podía ganar". Después de pasearse por la Ford (1m 52s perdidos), de sufrir al mejor Heras en Aitana (1m 14s), de darse cuenta de que Heras estaba a su alcance en Calar Alto (dudó a rueda de Mancebo y perdió 34s), Pérez inició la remontada en Monachil, donde los 46s que le permitieron tomar subiendo pudo conservarlos bajando por delante de la jauría, y fue plenamente consciente de sus posibilidades en la cronoescalada de Sierra Nevada (1m 51s a su favor). Después, la Vuelta se le hizo corta y Heras no se hundió. Ayer, en Cibeles, Pérez ganó la primera contrarreloj llana de su vida. Pero sólo le sacó medio segundo por kilómetro al primer español tricampeón de la Vuelta.
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