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Crónica:FÚTBOL | Quinta jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Óscar Serrano activa al Espanyol

Abatido por un gol de Iván de la Peña, el Málaga fue desbordado por el juego del volante

Jordi Quixano

Lotina ha cambiado en parte la mentalidad y la personalidad del Espanyol. Al plus de vitalidad y coraje que se le pedía a cualquier futbolista antes de ponerse la camiseta blanquiazul, ahora se le demanda que le de sentido al juego con la pelota como bandera. Frente al Málaga, el Espanyol apostó por la posesión del balón y presionó al contrario desde muy arriba para obligar a la defensa rival a desprenderse de cualquier manera del cuero. Quizás el posible penalti de Lopo sobre Duda pudo cambiar el guión del encuentro, pero el Málaga fue un equipo desdibujado, sin ideas, salvo su empeño en buscar a sus delanteros, Wanchope y Amoroso, que pasaron desapercibidos, faltos de munición.

ESPANYOL 1 - MÁLAGA 0

Espanyol: Kameni; Ibarra, Lopo, Pochettino, García; Ito, Álex; Maxi (Corominas, m. 84), I.Peña (Fredson, m.74), Serrano (Amavisca, m.90); y Tamudo.

Málaga: Calatayud; Gerardo, Fernando Sanz, Juanito, Valcarce; Edgar (Duda, m. 67), Romero, Miguel Ángel (Geijo, m.84), Luque (Manu, m.74); Amoroso y Wanchope.

Gol: 1-0. M. 51. De la Peña.

Árbitro: Esquinas Torres. Mostró la tarjeta amarilla a Ito, Ibarra, Fernando Sanz, Valcarce, Miguel Ángel, Gerardo, Lopo y Óscar Serrano.

Montjuic: 22.800 espectadores.

El nuevo rostro que simboliza el cambio del Espanyol se llama Óscar Serrano. A veces se adorna innecesariamente y retiene la pelota sin venir a cuento. Pero su dinamismo y clase han aupado al equipo a buscar el partido desde la salida en lugar de refugiarse en la contra. Ayer, su víctima y marcador fue Gerardo, que padeció la mejor versión del zurdo catalán: fintas, amagos, paredes, bicicletas y todo el repertorio del manual del buen interior. Resultado: una cartulina para el lateral, incapaz de cubrir su banda, por la que sangró continuamente el Málaga. Las internadas de Serrano, sin embargo, no encontraron la compañía deseada. Tamudo no tuvo el día como rematador, incapaz de responder a la luz que desprendían sus nuevas botas amarillas fosforescentes. Falto de disparo, el ariete desequilibró como pasador: caracoleó hasta la extenuación, hasta que le flaquearon las fuerzas, hasta que llegó la segunda línea, y centró al primer palo, donde Maxi peinó sutilmente el balón y De la Peña, que volvió a ejercer de media punta, rubricó el trabajo de todo el equipo.

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