Diálogo para tristes en Riazor
El Depor sigue sin ganar en casa tras empatar a última hora ante el Betis
El Riazor de las remontadas heroicas, el territorio para las apasionantes emboscadas a los mejores equipos de Europa, se ha convertido en un problemón para el Deportivo. Desde el comienzo de Liga, aún no ha sido capaz de ganar en casa. Anoche, el Depor se encontró con un rival en un estado de postración parecido al suyo y durante un rato, engrasado por la zurda de Fran, pareció salir de las catacumbas. No acabó, sin embargo, de encontrar el gol, que al Betis le vino llovido del cielo casi a la primera ocasión. Ya quedaba poco partido, y dio la impresión de que el Depor caminaba hacia otra debacle. La salvó con el empate final, una conquista en medio de las penurias que afligen a un equipo al que le asaltan las pesadillas por todas las esquinas de casa.
DEPORTIVO 1 - BETIS 1
Deportivo:Molina; Manuel Pablo, Andrade, Pablo Amo, Romero; Sergio, Scaloni (Duscher, m. 75); Víctor, Valerón (Munitis, m. 86), Fran (Luque, 64); y Pandiani.
Betis: Prats; Melli, Juanito, Rivas, Castellini; Cañas (Assunçao, m. 46), Benjamín; Joaquín, Fernando, Edu (Capi, m. 46); y Oliveira (Alfonso, m. 90).
Árbitro: Daudén Ibáñez. Amonestó a Castellini, Capi y Valerón.
Goles: 0-1. M. 67. Contragolpe del Betis que culmina Oliveira tras regatear a Molina. 1-1. M. 76. Duro remate de Valerón desde lejos y el rechace de Prats lo convierte Víctor. Unos 23.000 espectadores en Riazor.
Fran siempre ha sido de esa estirpe de futbolistas cuyo brillo va más allá de sus individualidades. El zurdo eterno del Deportivo descifró de niño las claves del juego, computerizó ese código y cuando se inspira es como si lo transmitiera de forma invisible a quienes le rodean. Cuando Fran juega, es muy difícil que el equipo no juegue también. Se había visto una semana atrás en San Mamés, y volvió a manifestarse anoche en Riazor, en un partido al que los blanquiazules llegaban con una urgencia anómala a estas alturas. Fran fertilizó al equipo y a su alrededor crecieron las flores.
Creció Valerón, tan ausente en estas fechas; creció Sergio, que llegó con más determinación a la frontal del área que en cualquiera de los últimos partidos; y hasta el afanoso Scaloni desempeñó con más corrección ese papel de medio centro para el que sin duda no ha nacido. No es que al Depor le abandonasen de repente las privaciones que tanto le aquejan, pero al menos cubrió las miserias tan devastadoramente aprovechadas por el Valencia el miércoles.
Con Fran y Valerón enganchados, el Depor se apoderó de la pelota y de los beneficios que reporta su posesión: produjo más fútbol e impidió que el rival escarbase en las posibles debilidades de la defensa, donde César penó por el vapuleo del Valencia para ceder el sitio a Pablo Amo, favorito de la afición. Aunque el Depor dista mucha de la alegría de antaño, estuvo más cosido y nunca perdió el control del choque. Le faltó un punto más de precisión y velocidad cuando ganó las inmediaciones del área, pero aún así fue capaz de generar ocasiones con remates desde fuera y con los inevitables cabezazos de Pandiani, al que se le puede pedir cualquier cosa menos que participe en el juego del equipo.
Del Betis hubo bastante poco que contar. Pareció un conjunto por lo menos tan deprimido como su rival e insulso hasta la desesperación. Hasta que logró el gol, mediada la segunda parte, su única aportación ofensiva fue un remate de falta de Joaquín. El técnico, Serra Ferrar, debe de estar hecho un lío. Al principio prescindió de Assunçao para encomendarse al incombustible Cañas. Visto lo que estaba pasando corrigió en el descanso, al tiempo que relevaba también a Edu, perfectamente nulo, por otro extraño del banquillo, Capi. Aunque el aspecto del Betis no cambió gran cosa, logró sacar provecho de una esas acciones aisladas que pueden decidir un partido, un contragolpe en el que chirrió la defensa local para beneficio de Oliveira, una sombra hasta entonces.
La pesadilla regresaba para el Depor justo en el momento en que había quedado huérfano de Fran. Irureta se ganó la bronca del público al cambiarle por Luque, seguramente pensando en que las fuerzas del capitán empezarían a flaquear. La gente se lo tomó como una herejía y sólo se aplacó cuando Víctor cazó el empate tras un rechace. Un miserable empate en casa que, tal como se habían puesto las cosas, hasta pareció un alivio.
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