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VISTO / OÍDO
Columna
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Niño y tele

Vuelvo al niño: el Defensor del Pueblo, Múgica, habla contra la televisión que puede alcanzar al niño, por su horario, con "programas zafios" y "telebasura". La palabra telebasura me indigna: cada uno la dice con un sentido distinto y con arreglo a sus prejuicios, sus políticas o sus creencias. Es un preludio a la censura. Espero que el consejo que preside Lledó, que en enero hará público su informe de cuestiones éticas, no se pronuncie hacia nada que pueda inclinar a una censura. Creo que a Emilio Lledó y a mí nos pueden gustar los mismos programas, y rechazamos (para nosotros) los mismos -no me pasa con todos sus consejeros-, y estoy seguro de que el sentido de la libertad es el mismo: una busca de máximos. No creo que a un niño haya que privarle de enterarse de lo que pasa: hay que prepararle para la vida, enseñarle lo que es, y si unos asesinos cortan cabezas, otros se suicidan para matar. Está bien que los niños vean a los niños en camillas, en hospitales, enterrados: lo que está seriamente mal es que pase eso con los niños y con los mayores. Los cotilleos: les deberán parecer ridículos, y si no, allá ellos. Pero no sé en razón de qué se les lleva en grupo a ver El médico de su honra de Calderón y se les ocultan otras violencias. "En italiano y con música gana mucho la moral", se decía en el XIX refiriéndose a la ópera: se podía ver La Traviata, pero se censuraban los textos españoles con historias parecidas.

En cuanto al sexo, hace tantos años que se sabe que el niño es sexual que ya se ha olvidado. El pobre Freud lo explicó; léase su trabajo sobre Leonardo da Vinci. Digo pobre porque le maltrataron, y en España entró tarde y mal porque los católicos dominantes no le dejaron. No creo que las escenas de sexo puedan intranquilizar a una persona destinada a él, por las leyes de la procreación -y él, sabiamente, se zafa de procrear en cuanto puede- y por su instinto. Lo peor del sexo en la tele, para los vírgenes, es que se idealiza con luces, cámaras, maquillajes, dobles, sonidos y música de fondo, y luego parece que lo de uno o una no es nada. ¡Y es mejor!

(Son reflexiones de quien se educó con la frase: "Que el niño no se entere": adulterios, muertes, hijos naturales, asesinatos. Pero a la puerta del instituto vendían "novelas verdes", y los pistoleros estaban en las esquinas. Menos mal que me enteré de todo).

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