Nostalgia
Había nostalgia por ver en qué se habían convertido las canciones de Jesús de la Rosa al cabo del tiempo. Nostalgia relativa, pues la mayor parte del público ni sabía de qué iba el grupo Triana ni cuál había sido su peripecia humana. Pero sí había otro grupo de enterados, a quienes el acontecimiento motivaba especialmente, y que se sintieron más implicados en lo que veían.
Lo que veían. Un fondo de escenario con todos los músicos y bailarines que entraban, bailaban y salían. Nada más, salvo un diorama en que se proyectaron algunos vídeos alusivos. Los músicos hacían versiones aflamencadas de algunos de los grandes éxitos de Triana, bajo la dirección de Ricardo Rivera. Versiones ajustadas al modelo original, en que los compases flamencos sin embargo dejan su huella profunda y marcan la pauta a los bailarines. La pauta a la que ajustarán su danza, a veces con profundidad notable. Las canciones de Triana tienen, pues, una nueva lectura, en ocasiones más superficial, como si no quisieran alejarse mucho de su marca original; a veces mucho más profunda, y entonces la flamencura parece de nuevo cuño y les da casi la condición de otras creaciones, como en los martinetes, la farruca o la nana por poner unos ejemplos.
Triana. 'En el nombre de la Rosa'
Compañía de Danza de Javier Latorre. Teatro Lope de Vega, Sevilla, 23 de septiembre.
Es en estas donde la labor de los bailarines adquiere mayor plenitud. Los bailarines evolucionan -en toda suerte de combinaciones, desde el formato individual hasta el pleno a ocho- y lo hacen con convicción y entrega, marcando excelentemente las diferencias entre uno y otro palos flamencos. Y hay momentos de gran belleza, en un espectáculo que va gradualmente, sin un respiro casi, de menos a más. Es la magia del poder evocador de una música que en su tiempo pudo tener un mayor o menor impacto en la juventud, pero que hoy revive gracias a esta nueva encarnación que le ha dado Javier Latorre.
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