Françoise Sagan, una escritora que encarnó la libertad a la francesa
Le habría gustado escribir como Marcel Proust, pero el impacto literario de su Bonjour Tristesse (Buenos días, tristeza), publicado en 1954, a los 18 años de edad, le permitió vender un millón de ejemplares en un año y entrar muy pronto en la gloria literaria. La novelista Françoise Sagan murió ayer en el hospital de Honfleur, un puerto de la costa normanda, al oeste de Francia, a consecuencia de una embolia pulmonar. Con ello termina una vida en verdad novelesca, cuya protagonista, antítesis de lo "políticamente correcto", no renunció jamás a nada de lo que le apetecía.
Una cierta idea de la libertad de espíritu, pero también de la Francia de los años 60 del pasado siglo desaparece con la escritora que se mostraba con el sempiterno cigarrillo en los labios. Medio centenar de obras, en su mayoría novelas, testimonian la paradoja de su existencia entre una hiperactividad creativa, una vida mundana llena de experiencias y una gran soledad interior.
Françoise Quoirez -su nombre de joven- no pudo aprobar el bachillerato cuando le correspondía, ya que prefirió dedicar el curso escolar a escuchar música de jazz en Saint Germain des Prés, donde más tarde conoció al escritor, filósofo y activista político Jean-Paul Sartre y a la cantante Juliette Greco. En junio de 1953 escribió Bonjour Tristesse en siete semanas, con un seudónimo que tomó prestado a Marcel Proust.
Su fama aumentaba a medida que publicaba libros y atraía la atención de la prensa y del público, pero los premios literarios se resistieron a reconocer la calidad de los trazos con que pintaba la vida sentimental de una burguesía ociosa que conocía bien, con un estilo donde se mezclaban sensualidad, ternura y elegancia. Un certain sourire (Una cierta sonrisa, 1956), Aimez-vous Brahms ? (¿Le gusta Brahms?) (1959) o Le lit défait (La cama deshecha, 1977) presentan un estilo ligero y sin pretensiones. Todo ello además de hacer excursiones por el mundo del teatro, escribir textos para el cine y en 1998 su última gran obra, Derrière l´épaule (Detrás de la espalda), que contiene una mirada crítica sobre su propia carrera.
Tras los éxitos literarios, y a menudo mezclados con ellos, emergieron otras actividades vitales de Françoise Sagan: afición enorme a la velocidad en carretera y al alcohol, curas de desintoxicación, un grave accidente de coche y casi al final de su vida, una condena a un año de cárcel -sin obligación de cumplimiento- por fraude fiscal en uno de los coletazos del escándalo Elf. Hecho este último que provocó grandes protestas de sus amigos, uno de los cuales proclamó: "Si ella debe dinero al Estado, Francia le debe mucho más".
Se casó dos veces y se divorció rápidamente de dos maridos sucesivos, el editor francés Guy Schoeller y el norteamericano Robert Westhoff, con quien tuvo un hijo. En octubre de 1985 los cronistas volvieron a ocuparse de ella, intrigados por el grave incidente respiratorio que sufrió en Colombia, durante un viaje con el entonces presidente de la República francesa, François Mitterrand, uno de sus grandes amigos.
La reivindicación de la libertad le llevó al extremo contrario de lo que convencionalmente se llama una vida correcta. El "pequeño monstruo encantador", en expresión de François Mauriac, se gastaba lo mucho que ganaba en hacer lo que le daba la gana. Los coches deportivos de las grandes marcas, la ruleta y las cartas -"una pasión que puede llevar lejos, un placer, una diversión loca, decía- contribuyeron a su celebridad casi tanto como la obra literaria. Las crónicas se llenaron de historias de drogas: en marzo de 1990 fue condenada a seis meses de prisión (sin obligación de cumplimiento); en 1995, a un año de cárcel por uso y tráfico de cocaína, en un asunto que afectó a muchas personas. "Las leyes están hechas para adaptarse a las personas y al no contrario", alegaba. "Soy fútil, pero la futilidad consiste en ocuparse de cosas interesantes". Sola y arruinada, la vida de la novelista se extinguió ayer, a los 69 años. Pese a lo tardío de la hora en que se conoció la muerte, los homenajes no tardaron en producirse. El presidente francés, Jacques Chirac, expresó su emoción por la desaparición de "una figura eminente" de la vida literaria, que contribuyó a la evolución del lugar que las mujeres ocupan en la sociedad. Y el ex ministro socialista de Cultura, Jack Lang, rindió homenaje al "talento vivo y ardiente" de Sagan, quien durante mucho tiempo encarnó en el mundo "la imagen de una Francia viva y en movimiento".-
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