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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La fuerza del diálogo

En su estreno ante esa institución de la sociedad global que es la Asamblea General de Naciones Unidas, José Luis Rodríguez Zapatero lanzó ayer su mensaje sobre la

lucha contra la pobreza y de firmeza en la lucha contra el terrorismo desde el respeto a la legalidad internacional. Su convicción en la "fuerza del diálogo entre los pueblos" le llevó a proponer que se desarrolle una "Alianza de Civilizaciones entre el mundo occidental y el mundo árabe y musulmán", una iniciativa para evitar su choque.

A muchos les podrá parecer retórica, parte del buenismo o expresión de la filosofía zen que la revista Time ha discernido en Zapatero. Pero el presidente del Gobierno no rehuyó los problemas. Se presentó como dirigente de un país que sabe, por experiencia de 30 años, lo que es la lacra del terrorismo en sus diversas manifestaciones,

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Zapatero propone una Alianza entre el mundo occidental y el mundo árabe

que nunca se ha achantado ante el terror, y que seguirá firme en este combate "desde la legalidad nacional e internacional".

En claro contraste con su predecesor, Zapatero cree que hay que buscar las raíces del terrorismo precisamente para erradicarlas. Claro que no hay justificación de ningún tipo para el terrorismo ni se puede pensar ingenuamente que el terrorismo sale de la pobreza. Pero sostiene Zapatero que es en la pobreza donde mejor prende esa "semilla del mal", y que "cuanta más gente viva en condiciones dignas en el mundo, más seguros estaremos todos". De ahí también su compromiso con la Alianza contra el Hambre promovida por el líder brasileño Lula y la promesa de elevar en ocho años la ayuda oficial al desarrollo hasta el 0,7% del PIB, desde el actual 0,26%. Y su defensa de un "multilateralismo eficaz" como principio rector de la doctrina de seguridad de la UE y el apoyo a una reforma del Consejo de Seguridad para hacerlo más representativo.

Horas antes, George Bush había hablado en esa misma tribuna, sin propósito alguno de enmienda sobre el tremendo lío que ha generado con su invasión de Irak, en la que, según el presidente de EE UU, "una coalición de países hizo respetar las justas exigencias del mundo".

En plena campaña electoral, el discurso de Bush estaba esencialmente dirigido a los votantes estadounidenses. El de Zapatero, mucho más próximo a las palabras del secretario general de la ONU, Kofi Annan, buscaba una audiencia global. Su diferencia con Bush no versó sólo sobre Irak, sino también sobre el proceso de paz entre palestinos e israelíes. Para Bush sólo llegará de una profunda reforma en el mundo árabe, mientras que Zapatero y el conjunto de los europeos creen que el camino debe ser justamente el inverso.

Es espectacular el contraste entre las palabras de un gobernante que se presentó como de un "país

antiguo y diverso, con diversas lenguas, con distintas tradiciones", y la imagen arrogante de una España monolítica que ofrecía Aznar. ¿Pero bastará este nuevo talante zen para unos tiempos en que, como reconoce el propio Zapatero, "la humanidad no nos da demasiados motivos para el optimismo"? El tiempo lo dirá. De momento, el discurso y la imagen de España ante el mundo han dado un giro de 180 grados.

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