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LO MÁS ÚTIL | EL VIAJERO HABITUAL

Dulce despertar en la habitación del hotel

Isidoro Merino

Ringggggg...! ¡Bzzzzzz...! ¿Ha sonado el despertador o sólo fue un sueño? Entre las infinitas causas que pueden acabar en una noche de insomnio hay una que en la jerga viajera internacional se conoce como on-call effect, el efecto despertador. Es el miedo a quedarse dormido que sienten los estudiantes la noche antes del examen de selectividad o los viajeros de negocios con una importante cita de trabajo al día siguiente, la ansiedad del turista que teme perder el vuelo de regreso a casa. ¿Se acordará el recepcionista de llamar? ¿Estará programado correctamente el despertador?

Casi todos los hoteles tienen un servicio de despertador o wake-up call, pero la tecnología empleada para despabilar a los huéspedes varía mucho de unos establecimientos a otros. El sistema más rudimentario es la clásica nota que el conserje de noche deja al personal de mañana para que despierte a los clientes que lo han solicitado. Eficaz, si no se traspapela o el recepcionista tiene mala letra. La otra opción es programarlo directamente desde el teléfono o el televisor de la habitación, pero antes asegúrese de que sabe cómo hacerlo y no confunde AM (el horario entre la medianoche y el mediodía) con PM (entre el mediodía y la medianoche).

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Los hoteles del futuro

La mayoría de los hoteles modernos dispone de sistemas automatizados y protocolos para que no se les duerman los clientes. En los hoteles Sol Meliá, por ejemplo, cuando el huésped, o el guía del grupo en los viajes organizados, solicita en la recepción del hotel que le despierten, se programa inmediatamente en la centralita telefónica. A la hora señalada, y de forma totalmente automática, el sistema llama al número de la habitación. Cuando el cliente descuelga el auricular, la centralita responde con un mensaje de buenos días y la hora. El teléfono no deja de sonar hasta que alguien responde. En el caso de que el cliente no conteste a la primera, la llamada se repite hasta en cinco ocasiones. Si aun así nadie responde, el personal de recepción acude a la habitación para conocer el motivo de la incidencia. Todo el proceso queda registrado en el sistema.

Otro método habitual es la programación del canal interactivo de televisión Cuádriga. La técnica es similar a la descrita anteriormente, pero en lugar de hacer sonar el teléfono pone en marcha el televisor. Si el cliente tarda en apagar el receptor, la música o programa que se emite como despertador da paso a un pitido. Si aun así el televisor permaneciese encendido, un empleado del hotel acudiría a la habitación para comunicar personalmente la hora y desconectar el aparato. Además de estos dos sistemas, algunos hoteles emplean un método de despertador personalizado. El cliente es llamado por un miembro de la recepción.

Dormir, tal vez soñar

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¿Y qué ocurre si todos los sistemas fallan o se produce un fallo humano? Si la culpa es del hotel, la compensación suele quedar al criterio del director (aunque usted tiene la última palabra y la hoja de reclamaciones). Lo habitual es que todo se resuelva con el pago del taxi al aeropuerto o una noche gratis. Sol Meliá reconoce que, en las contadas ocasiones en que algún cliente ha perdido el avión por su culpa, ha recibido un billete aéreo para su destino. Crowne Plaza Hotels & Resorts, de la cadena Intercontinental Hotels, garantiza en sus más de 190 establecimientos su servicio de despertador, uno de los puntos que contempla su programa contra el insomnio Sleep Advantage: si se olvidan de despertarle o no lo hacen a la hora que usted indicó (cinco minutos por arriba o por abajo), esa noche de hotel le saldrá gratis. La iniciativa también incluye música relajante en las habitaciones, una guía para ayudar a conciliar el sueño, camas más grandes y confortables, y zonas insonorizadas.

Y si aun así no se queda tranquilo, llévese un despertador de casa y antes de irse a la cama tararee el pegadizo tema de Wham, aquel dúo de George Michael: "Wake me up, before you go go...".

Sobre la firma

Isidoro Merino
Redactor del diario EL PAÍS especializado en viajes y turismo. Ha desarrollado casi toda su carrera en el suplemento El Viajero. Antes colaboró como fotógrafo y redactor en Tentaciones, Diario 16, Cambio 16 y diversas revistas de viaje. Autor del libro Mil maneras estúpidas de morir por culpa de un animal (Planeta) y del blog El viajero astuto.

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