Piel de pintura
En 1952 el crítico Harold Rosenberg argumentaba que los "pintores de acción" norteamericanos en sus cuadros ya no trataban de reproducir objetos reales o imaginarios sino que pretendían realizar "acontecimientos" pictóricos. Efectivamente, en los cuadros de Jackson Pollock se aprecian los chorretones de pintura; en los de Willem de Koonig, las superficies de pasta pictórica erizadas que quedan al levantar bruscamente papeles previamente espachurrados sobre el lienzo, mientras que en los de Franz Kline sólo hay enormes brochazos.
En este tipo de cuadros el espectador no se enfrenta a ninguna representación sino que contempla superficies de pintura en las que sólo se pueden apreciar colores y texturas que, todo lo más, insinúan formas más o menos indefinidas que se refieren a sí mismas como acontecimientos plásticos.
RAINER GROSS
Galería Arnés y Röpke
Conde de Xiquena, 14. Madrid
Hasta el 31 de octubre
Mostrar superficies de colores, sin embargo, se reveló pronto como un ejercicio muy limitado por lo que, no muchos años después, algunos artistas intentaron otros caminos en los que el "acontecimiento" cobrará otros derroteros muy alejados de lo pictórico. Sin embargo, aquella semilla sigue dando todavía frutos, así, Rainer Gross (Colonia, 1951), nacido cuando Rosenberg enunciaba sus teorías, realiza ahora cuadros que resultan ser consecuencia de aquellos postulados.Todo lo que se contempla sobre la superficie de los cuadros de Rainer Gross es el producto de un proceso plástico que se realiza con un automatismo de caja negra en el que los resultados son aleatorios pero el proceso garantiza un cierto control de los efectos.
El artista trabaja sobre dos
cuadros del mismo tamaño. En cada uno de ellos aplica capas sucesivas de pintura, en uno pigmentos al agua y en el otro óleo. Cuando aún las capas de óleo están tiernas, el artista enfrenta ambos cuadros y oprime con sus manos más unas partes que otras, de tal manera que el óleo trepa sobre los pigmentos y los pigmentos se enfangan en el óleo. Por último despega ambos lienzos y el resultado son dos superficies que claramente poseen una relación de reciprocidad y simetría que ofrecen a la vista unas ricas texturas formadas por superficies despellejadas.
El cuadro se convierte así en una piel, con sus pliegues, arrugas y poros, de cuyos desgarrones supura color. El procedimiento empleado por Gross, ingenioso y resultón, se puede ensartar en la tradición de aquellos aconteceres plásticos propios de la pintura de acción y supone una evolución sobre algunas técnicas ideadas hace cincuenta años por Willem de Koonig.
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