Puerta del Toro para Gallo

Las bondades de esta plaza son como la arena del mar: incontables. El conformismo de sus santos pobladores, digno de una canonización por vía urgente. Y la comodidad con que los toreros deben venir, de lo más tranquilizadora posible, por más que digan que esta feria tiene un nivel de exigencia para quitar el sueño. Dicho de otro modo: aquí es bastante fácil complacer a los tendidos.

Les ha complacido una corrida con cuernos que olían a aftershave, con blandura que incapacitaba esfuerzos superfluos y la mayor parte de los toros han sido aplaudidos (el primero, por molestar a su abroncado matador). Una corrida que se va con una vara por toro comienza a ser sospechosa. De minusvalía, desde luego. Pero estos y otros de este corte son los hierros llamados "de garantía" y con eso, dicho de manera campanuda, creen los taurinos que se acabó la discusión.

Conde no pudo complacer porque era imposible que lo consiguiera con su desmedida desconfianza ante el primero, que desde que se le coló por el derecho ya pareció contar con la incondicional ojeriza del matador. Se la demostró cumplidamente con cuatro trapazos a la defensiva y un aliño sin condimento. En el cuarto hizo como que hizo, o sea, que no hizo. Pausas, paseos, composturas, tandas de dos pases y a rematar, desajuste notorio, remate hacia fuera... En fin, que no quiero repetirme. El destoreo.

El debutante Gallo contó con el favor de sus paisanos y salió a hombros. Tiene buen corte de torero, pero es demasiado frío y está matriculado en la moderna escuela de tauromaquia que dicta los modos toreros de la actualidad.

El Juli ha estado cumplidor, voluntarioso, trabajador. Alargó mucho su primera faena y en el segundo hubo fases embarulladas.