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Crónica:FÚTBOL | Primera jornada de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

Retorno triunfal de Aimar

Ranieri opta por los jugadores del curso pasado y el Valencia vence con facilidad al Anderlecht

Mestalla recuperó la pasión por su pequeño ídolo argentino. Lo disfrutó de veras. Los pases mirando al tendido, los regates en corto, los controles orientados. La magia. Después de casi ocho meses de ausencia encadenando una lesión tras otra, Aimar volvió para cautivar a su hinchada. Y el Valencia, de paso, barrió al Anderlecht con autoridad. El cuadro belga claudicó pronto y sólo la velocidad y el insistente quiebro del rebelde Aruna Dindane amenazaron la victoria local.

En realidad, Ranieri se abstuvo de que sus fichajes italianos jugaran a toda costa y el equipo recobró la identidad de los últimos años. La del conjunto poderoso por los cuatro costados. Con la chispa de inspiración que le otorgan Aimar, Vicente y Baraja. Pero con una mala noticia: la lesión de Albelda, que, por sus gestos, se antojó grave.

VALENCIA 2 - ANDERLECHT 0

Valencia: Cañizares; Curro Torres, Navarro, Marchena, Carboni; Rufete (Corradi, m. 62), Albelda (Sissoko, m. 73), Baraja, Vicente; Aimar (Fiore, m. 75); y Angulo.

Anderlecht: Zitka; Zewlakow (Lovre, m. 80)), Kompany, Traoré, Deschacht; Bassegio, Vanden Borre, Hasi (Zetterberg, m 54), Wilhelmsson; Mpenza y Aruna Dindane.

Goles: 1-0. M. 15. Al centro de Rufete al área no llega Baraja, pero el despeje del portero le llega a Vicente, que marca con un disparo con la derecha.

2-0. M. 44. Baraja regatea al borde del área y dispara raso a gol con la izquierda.

Árbitro: Bertrand Layec (francés). Amonestó a Traoré, Rufete, Zewlakow y Marchena.

Unos 25.000 espectadores en Mestalla.

Mestalla recuperó la pasión por su pequeño ídolo argentino; lo disfrutó de veras

Otto Rehhagel y su triunfo en la Eurocopa con Grecia va a ir soltando adeptos en los próximos meses, como era de esperar. Así que el técnico belga, Hugo Broos, puso ayer a un sabueso sobre Aimar, Vanden Borre, para que se convirtiera en su sombra. Pero, claro, se equivocó de plano: no hay mejor regalo para Aimar que un marcaje individual. Sobre todo si no hay una mala patada de por medio, como fue el caso. En esas condiciones, el media punta argentino se dispone a volar. Despliega el cambio de ritmo, la visión de juego, el ingenio y, en fin, todo aquello que lo convierte en un futbolista especial. Su exhibición de anoche despeja todo tipo de duda: es un jugador necesario en cualquier equipo que se precie.

Y a esa conclusión hubo de llegar el técnico, Claudio Ranieri, precisamente el día en que postergó a su legión de italianos al banquillo: Fiore, Corradi, Di Vaio y Moretti. Con razón: hasta ahora, ninguno de ellos ha demostrado ser mejor que los héroes valencianistas del pasado curso.

No es ninguna herejía afirmar que Baraja recordó anoche por muchas razones a Claramunt. Entre otras, por la naturalidad de sus pases en largo y por la pureza de su disparo a gol. Su tanto, el segundo del Valencia, fue un ejemplo magistral de cómo hay que manejarse en las distancias cortas. La búsqueda del espacio con un toque y el disparo perfecto: raso, seco, colocado.

Vicente fue una noche más Vicente: el extremo desequilibrante que guarda un par de zigzagueos mortíferos en cada partido. Minutos después de convertir en un nudo la cintura del defensa Zewlakow, le cayó a la derecha un rechace del portero. Hace algún tiempo, a Vicente le hubiese templado el pulso, dado que no era su pierna buena la que se disponía a utilizar.

Pero no en estos momentos de apogeo. Atizó el balón con convicción y éste acabó en el primer gol valencianista en su retorno a la Liga de Campeones.

Después de media hora bajo tierra, el Anderlecht asomó levemente la cabeza. Impulsado por la zurda de Bassegio y la tenaz galopada de Aruna Dindane, la figura del cuadro belga, que hubo de vérselas con David Navarro. Un hueso. El joven central valenciano está a medio cocer, pero resulta difícil de pasar: unas veces por expeditivo y, otras, por excesivamente duro. A la espera de que vuelva Ayala de su lesión, Navarro ha mandado a Pellegrino no sólo al banquillo, sino a la grada, ya que Ranieri prefiere como reserva a Caneira. Lo que resulta un tanto extraño, pues el central argentino fue una pieza clave en los últimos cursos, el hombre de confianza de Rafa Benítez y, de pronto, ha pasado al olvido.

El Valencia controló el partido a su antojo. Lo tuvo para golear, aunque Ranieri dio descanso a Rufete y a Aimar, largamente ovacionado por la grada. En su lugar entraron Corradi y Fiore, lo que sí parece más comprensible: que vayan entrando poco a poco. Aunque seguro que no piensa lo mismo el desterrado Mista, que vio su segundo partido consecutivo desde la grada. Pide cobrar lo mismo que Corradi, lo que, visto lo visto hasta ahora del delantero centro italiano, no parece ninguna barbaridad.

Baraja celebra su gol, el segundo del Valencia.
Baraja celebra su gol, el segundo del Valencia.JOSÉ JORDÁN

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