EE UU: tres reflexiones sobre las presidenciales
Permítanme comenzar señalando varias diferencias asombrosas entre la atmósfera de la actual campaña electoral y todas las demás en las que, como ciudadano estadounidense políticamente curioso y razonablemente bien informado, he votado desde 1944.
1. Estas elecciones giran en torno a George W. Bush como persona. Si piensan ustedes que es maravilloso que un alumno universitario poco brillante y un bebedor de juventud se haya convertido en un cristiano renacido que está ofreciendo un liderazgo firme a la "guerra contra el terrorismo"; que está protegiendo a la mayor nación del mundo frente a los malvados que adoran matar estadounidenses; que estamos llevando la democracia a Oriente Próximo; que la preocupación por un déficit presupuestario astronómico está pasada de moda, y sólo los quejicas crónicos o la gente que tiene algo que ocultar se preocupan por nuestras libertades civiles; que torturar prisioneros en Irak está bien si eso supone que se mata a menos estadounidenses; que el calentamiento de la Tierra es una teoría de intelectuales científicos; que si la quinta parte de la población no tiene seguro médico es por su propia culpa, por no incluirlo en el presupuesto familiar, y que la economía estadounidense está ahora mejorando para todos los tipos de población, etcétera, será invitado a mítines a los que sólo se puede acudir con invitación dirigidos por un presidente en mangas de camisa, un "tipo corriente" que merece plenamente un segundo mandato.
Si, por el contrario, creen que, desde el punto de vista de la política interior y exterior, se puede considerar a Bush el presidente más incompetente en toda la historia de Estados Unidos, entonces quizá se encuentren ustedes entre los millones de personas de todo el país que repiten las letras "ABB", abreviatura de "anybody but Bush" [cualquiera menos Bush]. Dejando a un lado la cuestión de si tiene sentido elogiar los rasgos y las políticas que he enumerado en el párrafo anterior, o machacar a un hombre con tres letras, el hecho es que en toda mi vida no había presenciado tales grados de elogio u odio hacia un candidato a la presidencia.
2. Hay también un elemento de temor que nunca había visto antes. Dos veces en los dos meses que acabo de pasar en Estados Unidos, ha habido personas que se han acercado a susurrarme su agradecimiento por algo que me habían oído decir en una mesa de restaurante. En cualquier momento del pasado se habrían acercado sencillamente y lo habrían dicho en un tono normal, pero el fiscal general Ashcroft ha dejado claro, tanto con sus acciones como con sus agrios modales personales, que todos, incluidos los estadounidenses de origen, serán cuidadosamente vigilados por razones de seguridad interior.
3. Hay una verdadera preocupación, que comparto, por las posibilidades de que se produzca un fraude electoral. Las elecciones de 2000 las decidió el Tribunal Supremo, que con una sentencia con cinco votos a favor y cuatro en contra paró el recuento de votos en el Estado de Florida por el "claro y real peligro" de que Gore hubiera ganado el Estado, y por consiguiente la presidencia, si se hubiera completado dicho recuento. Este año, el Estado de Florida ha contratado a una empresa privada para hacer una lista de infractores convictos que debían quedar legalmente eliminados de las listas de votantes. La revelación periodística de que sólo 61 de los incluidos en la lista eran hispanos -que en Florida votan mayoritariamente a los republicanos- mientras que 47.000 eran no hispanos (la mayoría negros, y por lo tanto probables votantes de los demócratas) obligó al Estado a admitir que los "procedimientos" habían sido defectuosos.
Además, desde las elecciones de 2000, muchos distritos electorales de bastantes Estados han instalado máquinas de emisión de voto por pantalla táctil que no dejan rastro en papel. Ambos partidos tienen legiones de abogados dispuestos a litigar contra las acusaciones de fraude, pero por el momento muchas de las máquinas instaladas no tienen una forma fiable de comprobar resultados previos. Hay que rezar para que -en contraste con las predicciones de la mayoría de las encuestas- el elegido tenga una gran mayoría, porque de lo contrario, millones de votantes van a creer inevitablemente que, como en 2000, han sido engañados, al menos en potencia.
Entre el 20 de junio y el 20 de agosto, principalmente en Oregón, California y Massachusetts, he seguido las noticias sobre la campaña en emisoras locales de televisión, que es donde la mayoría de los estadounidenses obtienen prácticamente toda su información. Escuché el discurso de aceptación de Kerry y vi la breve cobertura diaria que se da a los discursos que tanto él como Bush pronuncian ante pequeños grupos y grandes multitudes. Espero que gane. Sencillamente, no me cabe duda de que en cuanto a capacidad, conocimientos y carácter ético está a varios mundos de distancia de Bush. Pero no puedo sentirme confiado del todo, por una simple y dolorosa razón. Los electores estadounidenses quieren en la presidencia a una persona audiblemente fuerte y comunicativa. Esto siempre ha sido así, pero es especialmente cierto desde el horror del 11-S, en el que los estadounidenses tomaron de pronto conciencia de su vulnerabilidad ante un ataque físico masivo.
Por razones que no consigo entender, Kerry prefiere hablar vagamente de "valores", de convertir a Estados Unidos en "un lugar mejor", de cooperar con nuestros aliados en lugar de actuar unilateralmente. Pero parece que temiera expresar firmemente su opinión, con un programa que se pueda comparar claramente con el de su rival. Los ataques de la derecha Neandertal lo han puesto a la defensiva respecto a su expediente militar y su historial de voto como senador. Estos ataques permiten a un presidente que evitó alegremente el servicio militar (al igual que su vicepresidente y su fariseo fiscal general) caer en reivindicaciones, pronunciadas con confianza pero completamente falsas, sobre logros económicos y militares.
Me imagino a los electores indecisos diciéndose: si este Kerry, con su buena apariencia y su carácter obviamente decente, es tan precavido a la hora de hablar del historial de un populista incompetente, ¿cómo va a hablar con los líderes mundiales? ¿Qué va a hacer respecto a los déficit presupuestarios? ¿Cómo va a mejorar la seguridad interior? ¿Cómo va a reprimir, y mucho menos suprimir, a los sinvergüenzas y a los ignorantes que tanto han dañado nuestra reputación en materia de democracia, derechos humanos y simple reconocimiento de la cifra de muertes humanas, no sólo muertes estadounidenses (las únicas a las que casi siempre se hace referencia en televisión)? Sí, lectores, sigo con intención de votar a Kerry.
Gabriel Jackson es historiador estadounidense. Traducción de News Clips.
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