A falta del estirón
El sevillista Jesús Navas, de 18 años, espera el desarrollo de su cuerpo de niño para responder a sus grandes expectativas
Jesús Navas aterrizó en Sevilla el pasado jueves junto a dos de sus compañeros en el Sevilla y en la selección española sub 21, Sergio Ramos y Puerta. Al primer vistazo, parecía que se trataba de dos jóvenes que, por su aspecto y ropaje, debían de ser famosos y un chaval que les acompañaba. El teñido panteril de Ramos y el atuendo veraniego chillón de Puerta contrastaban con el estilo del chico menudo que caminaba a su lado vestido con un traje de evidente elección materna y el cuello de la camisa desabrochado por el calor. Y es que Navas no es metrosexual. Es un joven de 18 años encerrado en la anatomía de un niño. Un niño que juega al fútbol de maravilla y que venía de marcar un gol a Bosnia-Herzegovina en la victoria española (0-2) en Sarajevo en el Campeonato de Europa de la categoría.
Es Navas un producto de la escuela sevillista. Comenzó, al igual que su hermano, Marcos, tres años mayor que él, en los equipos alevines del club de Nervión. Su calidad le hizo seguir el camino de Reyes y prácticamente saltó del equipo cadete al Sevilla B sin transición por los juveniles. El pasado curso, debutó en Primera en la derrota de su cuadro contra el Espanyol en Montjuïc (1-0) para luego participar en cuatro encuentros ligueros más.
El físico aniñado de Navas no es sólo un elemento identificativo entre un grupo de hombre musculosos, sino que amenaza con marcar su carrera. El centrocampista mide 1,70 metros y pesa alrededor de 60 kilos. Su manejo del balón, especialmente con la pierna derecha, es dulce y efectivo. Tiene la punta de velocidad suficiente para desbordar por la banda, aunque se espera que su calidad y su visión del juego triunfen entre líneas. Pero tiene que echar cuerpo.
Jesús tiene un físico completamente distinto al de Marcos. Éste es un jugador de potencia más que de toque y aborda el puesto de interior derecho desde la brega con el defensor. La broma eterna en el equipo es que Marcos, que también ha debutado en Primera, "se comía los yogures" de su hermano pequeño. Mientras a Marcos le brotan los músculos desde la base de la cabeza, el cuerpo de Jesús está prolongando su paso a la adultez.
Vestido de futbolista, Navas parece que lleva ropa de prestado. Sus extremidades delgadas y sin moldeo salen de mangas y perneras sin la impresión de fortaleza de un deportista de élite. En la derrota sevillista en el Camp Nou (2-0), ante el Barcelona, cometió una sola falta, con la que se ganó una amonestación, por subirse a la chepa de Xavi en lo que pareció más una trastada que una acción del juego.
Pero eso no quiere decir que la actitud de Navas sea infantil. Se enfrenta al fútbol con concentración y responsabilidad. En ocasiones, da la impresión de que aún le tiemblan algo las piernas, de que ese aire de polizón en la élite del fútbol le pesa, de que tiene que pedir perdón cuando falla algo, como sucedió en un fallido remate a puerta a un cuarto de hora del final del partido del sábado. Pero eso, más que negativo, otorga mayor interés a su juego y a su porvenir profesional.
A Navas le han llovido los elogios desde que era niño, pero no le han convertido en un zascandil. Al igual que a Iniesta, le está dando tiempo a su cuerpo para que crezca naturalmente, sin tratamientos agresivos que mermen sus cualidades; sobre todo, la velocidad, que tiene la justa. En este camino tiene al mejor cómplice en Joaquín Caparrós, el entrenador que le hizo debutar en Primera a punto de cumplir los 18 años y que siempre le busca minutos. Caparrós asegura que Navas será pronto "una de las revelaciones de la Liga".
Navas sigue una dieta especial para ganar el poder físico que ejecute y proteja su calidad. Así, no pasará de nuevo lo del día en que Darío Silva le creyó el hijo de alguien del club y se sorprendió de verle después entrenándose a su lado y momentos antes de que comprobara el fútbol que atesora.
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