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Reportaje:DE LA NOCHE A LA MAÑANA

Más años por detrás que por delante

No termina de estar claro que el ajuste de cuentas entre zaplaneros y campistas se salde con una estrafalaria ampliación de los miembros del Consell a cuenta del bolsillo de los ya muy endeudados contribuyentes

El cambio no cambia

Pese a estar persuadido de que Rodríguez Zapatero es exactamente lo que dice ser y que está donde está por ver de mejorar la vida de sus conciudadanos, poniendo el talante encima de la mesa, pese a las invectivas de mala sombra madrileñera que le dedican Umbral y Jiménez Losantos, que abrevan en el mismo bebedero de patos de feria, hay algunas manifestaciones del presidente del Gobierno que bien podría ahorrarse. Si asegura que su estancia en La Moncloa no le va a cambiar como persona, entonces es que o bien no está dispuesto a aprender cosa alguna de experiencia tan importante, y decisiva sin duda en la vida de cualquier persona, ya presuma de talante o de retranca, o bien que antepone su indudable felicidad familiar al desgaste de un cargo que tantos quebrantos ha deparado a sus predecesores. En cualquier caso, el Presidente no debe caer en la ingenuidad de suponer que el cambio (por fin) que representa, no va a cambiar su vida.

Bush en campaña

A uno de esos enfervorizados hooligans que intervinieron en la convención republicana de Nueva York a favor del más bobo de los Bush, exceptuando a sus hijas, no se le ocurrió cosa mejor que comparar al líder de la mafia mundial contra el terrorismo global con Winston Churchill, nada menos. La sangre corre de su cuenta, por supuesto, el sudor lo ponen otros, y las lágrimas anegan los ojos de millones de iraquíes y de un millar al menos de familias norteamericanas que no entienden a santo de qué sus hijos han ido a morir en las arenas movedizas de la antigua Mesopotomia. Y, con todo, Bush no es nada al lado de ese Dick Cheney que compone su expresión más torva para defender sus negocios de trampero en nombre de una libertad que siempre será en sus manos un enigma violado. Su jefe no es, aunque lo parezca, la primera versión del Pato Donald, sino la caricatura más estúpida de todo lo que ni siquiera Walt Disney se atrevió jamás a imaginar.

Agua bendita

Una muy precisa manifestación del escepticismo popular se resume en la frase que asegura sobre el agua que algo tendrá cuando la bendicen. De qué fuentes bebe Francisco Camps para meter a los suyos a manera de cuña en el Gobierno valenciano sin desalojar a los contrarios, es un renuncio que abre más confrontaciones de las que cierra, y lo veremos en cuanto termine el otoño. Habrá sorpresas en Navidad, lo mismo que las ha habido en pleno mes de agosto. Mientras tanto, convendría aplicar a González Pons alguna variante del muy acreditado principio de Arquímedes. Levantar tempestades para llegar al buen puerto de deshacerse de doña Cursos de Cultura por Correspondencia no vale de mucho si esa operación no alcanza al dueño de las parcelas del territorio y de la vivienda. En cuanto a la cultura en general (y, lo que es todavía peor, en particular), cabe suponer que el nombramiento de Alejandro Font de Mora es una broma inculta que el tiempo se encargará de remediar.

Calor inducido

Los expertos consideran que la temperatura en el centro de Valencia subirá un par de grados de media a causa de la cerrazón de las cementeras que con más prisas que pausas impiden con sus obras emblemáticas la libre circulación de las brisas. Ocurre ya en las zonas bajas de Alcocebre, donde la codicia constructora (que no la demanda: eran numerosos los apartamentos desiertos en plena campaña de agosto) clausura el encuentro entre el airecillo de media tarde y el veraneante que allí acude con la intención de disfrutarlo. En el paseo marítimo, con su destartalada placa de inauguración a nombre de Eduardo Zaplana, sopla como un aire inmóvil que lleva al visitante a buscar mejor refugio. No lo encontrará en la playa de Las Fuentes, convertida en una ciénaga estancada donde los críos chapotean en un denso fango maloliente.

Columnas de ceniza

Lo que más llama la atención de los furiosos columnistas de la derecha "liberal" es, junto a la insaciable voracidad de sus insultos, la propensión a un costumbrismo menos engolado que el decimonónico pero algo más dado a la cursilería. Son temibles cuando fingen dejar de lado por el momento la enormidad de la batalla que les aflige y se ponen líricos, porque entonces al laconismo paramilitar de su estilo tabernario se une una locuacidad imberbe de adolescente ahíto de imitaciones de segunda mano de un Gustavo Adolfo Bécquer con residencia en Albacete. Lo suyo es la reciedumbre exasperada, la falta de modales, la intención de lapidar al adversario. Por eso también suena a falso su incursión en la cursilería bucólica, como un mal recuerdo del primer Juan Ramón Jiménez que en vano trataron de aprender en el bachillerato.

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