Champaña después de la cena
Josep Maria Flotats es un buen gourmet, aunque varía poco de restaurantes. En esta obra que estrena el 16 de septiembre en el teatro Bellas Artes de Madrid (de donde partió un gran éxito suyo, Arte, que aún subyuga) se ha de comer incluso la cena que prepara su personaje, Talleyrand, que además de variable y traidor en política era gourmet y cocinero. La obra es La cena, que el francés Jean-Claude Brisville escribió en 1989 y que para Flotats ha traducido Mauro Armiño. El otro comensal de esa cena de conspiradores, corruptos y viciosos del poder es Fouché, que encarna Carmelo Gómez. Los dos se preparan, en esa cena, para la llegada al trono de Luis XVIII de Francia. Y aunque no habrá comida en los platos de la representación (los actores se pueden atragantar, y el menú es propicio para que eso suceda), sí se dice en la propia obra que lo que ha preparado el voluble Talleyrand (se aprovechó de 12 regímenes) son guisantes, salmón y carne.
Y para beber, champaña, se supone. Ésa es la bebida de Flotats. El champaña francés que acompañó algunos de los grandes éxitos de su vida, cuando fue pensionaire de la Comédie Française. Luego ha seguido bebiendo champaña, también en las decepciones. Es un hombre refinado y sensible, le gusta la calidad no sólo en la escena, sino también en la vida, y aunque su timidez lo ha hecho frugal y retirado, cuando sale o consume quiere que ese gesto de estar fuera de casa tenga su propio estilo. Se cuenta que una vez pidió un determinado licor en un bar importante, y el camarero le sugirió que se cerciorara bien de si era ésa la bebida por la que optaba. "¿La conoce?", preguntó el camarero. Como un caballero francés, el gran actor explicó: "Perfectamente". Tuvo que pagar 30.000 pesetas (de entonces) por la consumición, pero no alteró el gesto. Un actor siempre; una vez le vi esperar un avión en el aeropuerto de Milán: sólo los buenos actores lo parecen siempre.
Ahora tiene delante a un gran actor, Carmelo Gómez, aquel que hizo con tanta maestría en cine los versos clásicos de Lope dirigido por Pilar Miró; y ha actuado con otros grandes de la escena (Josep Maria Pou y Carlos Hipólito fueron sus partenaires en Arte), de modo que no debe de ser verdad que es tan arrogante como los primeros actores que buscan que la luz esté sólo sobre su cabeza. Los materiales de su soberbia no son prestados.
Su carrera es la de un creador tozudo y perseverante que se empeñó en ingresar en la Comédie Française y puso tanto empeño que aceptó el recorrido tortuoso que le obligaron a hacer hasta que ocupó el mismo lugar que tuvo la legendaria María Casares... Muchas veces sintió la llamada de la patria, Cataluña, donde había nacido en 1939, y creyó que la democracia y Pujol eran el momento y el hombre; le confiaron el Teatro Nacional de Cataluña, lo puso en marcha y se aseguró su expulsión quince días después de asumir la gran ilusión de su vida...
Fue precisamente un día como hoy de 1997. Se abría el Teatro Nacional que él creaba con L'auca del senyor Esteve, de Santiago Rusiñol, dirigida por Adolfo Marsillach... Flotats salió al escenario con unos papeles en la mano; era su discurso inaugural y también una denuncia de lo que los poderes públicos (y parte del público, que no le quería, decía él) querían hacer con el teatro que le habían confiado... No lo resistieron. Quince días después le hicieron desistir (ésa fue la palabra que utilizaron para hablar de su destitución) y abrieron no sólo una herida en la carrera pública del actor, sino en su propia alma catalana... Poco después murieron su madre y su padre, de modo que aquel final de siglo fue tan amargo para él personalmente como la denuncia con que estrenó su propia despedida...
La Comunidad de Madrid quiso después confiarle su propio teatro, pero él no quiso ser un Figo de la dramaturgia, asumió el teatro privado y convirtió Arte en un acontecimiento de tales dimensiones que ahora nadie le habla de aquella ruptura, sino para celebrar (con champaña) la historia que ha seguido... Ahora cena, a la espera del champaña.
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