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61ª MOSTRA DE VENECIA

El certamen se cierra con un extraño tríptico erótico en homenaje a Antonioni

'Eros' reúne tres mediometrajes de Wong Kar-wai, Steven Soderbergh y el director italiano

Enric González

Eros, un tríptico sobre el erotismo realizado por Michelangelo Antonioni, Steven Soderbergh y Wong Kar-wai, cerró ayer la Mostra de Venecia y abrió el compás de espera hasta los premios de hoy. Se trataba, en cierta forma, de un homenaje a Antonioni, y como tal fue aplaudido. El primer episodio, el de Kar-wai, era triste y hermoso. Los otros dos constituían divagaciones más o menos irónicas (Soderbergh) e incomprensibles (Antonioni) que el público encajó con deportividad, tras una proyección accidentada.

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El fragmento de Soderbergh, celebrado autor de Sexo, mentiras y cintas de video, Traffic y Erin Brockovich, entre otras, se titulaba Equilibrio, se situaba en 1955 y versaba sobre un ejecutivo publicitario que acudía al psicoanalista para descifrar un sueño recurrente en el que se le aparecía una mujer desnuda. En el momento en que se disponía a explicar al psicoanalista los detalles del sueño, el blanco y negro viraba bruscamente al color y comenzaba una violenta pelea. Un error en la cabina de proyección había intercalado una bobina de otro filme, Stryker (sinopsis: dos bandas juveniles se enfrentan en Winnipeg), y durante largos minutos se prosiguió como si tal cosa: bien mirado, ¿por qué no iba a soñar el ejecutivo una pelea en colores? El incidente indica tal vez algo sobre el exotismo argumental de Equilibrio, o sobre el estado mental del público de la Mostra a primera hora de la mañana de la última jornada.

Aclarada la confusión, y localizado en algún lugar remoto el encargado del proyector, se regresó a la bobina de Soderbergh y fue posible adivinar que el secreto del sueño del protagonista, interpretado por Robert Downey Jr., un buen actor aun en las peores circunstancias, estaba en un peluquín, según unos, o en unos avioncitos de papel, según otros. Una minoría creyó intuir que la clave se ocultaba en un anuncio de despertadores.

Soderbergh explicó, en un breve texto incluido en el catálogo general de la Mostra, que se había sumado al proyecto para cumplir su sueño de compartir cartel con el maestro Antonioni. En ese sentido, Equilibrio cumplió de forma satisfactoria el objetivo de su autor.

El apartado de Wong Kar-wai, La mano, justificaba la visión de Eros. La historia del amor imposible de un aprendiz de sastre por una prostituta de lujo se filmó el año pasado en Hong Kong, en plena epidemia de SARS; los médicos impusieron al equipo de rodaje el uso de mascarillas y la ausencia de contactos físicos, y Kar-wai se adaptó a esas restricciones con gran habilidad. Desarrolló el relato siempre en ambientes cerrados y oscuros, recurrió al sonido (jadeos, lluvias torrenciales) y a un campo de cámara muy subjetivo y facturó un trozo de cine tierno y amargo, hermoso y, además, inteligible. El del cineasta de Shanghai era el único fragmento digno de las bellísimas imágenes que acompañaban a los títulos de crédito y marcaban la separación entre las tres historias.

Michelangelo Antonioni, el maestro de 92 años, sin habla desde que en 1985 sufrió un ictus, concluía el tríptico con una aportación titulada El filo peligroso de las cosas. La obra se centraba en una pareja adinerada y cercana a la cuarentena que había perdido la atracción sexual mutua. El hombre se iba en descapotable a un torreón donde fornicaba con una joven y después a París, donde nevaba y se sentía triste. La mujer iba a buscar unos caballos que se habían escapado. Finalmente, la joven del torreón y la esposa bailaban desnudas en una playa.

Robert de Niro, ayer en Venecia.
Robert de Niro, ayer en Venecia.REUTERS

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