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Fallece a los 73 años Antoni Escribà, el 'mago del chocolate'

El pastelero barcelonés se hizo famoso con sus monas de Pascua

Ana Pantaleoni

El maestro pastelero Antoni Escribà falleció el pasado lunes en Girona a los 73 años, después de sufrir una caída en Cadaqués. Escribà, con tres establecimientos en Barcelona, se erigió como el mago del chocolate. Sus monas hicieron de la pastelería un arte. En 1976, el Parlamento de Estrasburgo le nombró el mejor pastelero del mundo y el pasado mes de mayo recibió la medalla de oro al mérito cultural del Ayuntamiento de Barcelona.

Antoni Escribà aplicó los conocimientos del arte al chocolate, y así nació un artista creador de fantasías de cacao. Escribà solía decir que esculpir una mona era esculpir una roca. Empleaba útiles de escultor para realizar sus obras, y trabajaba en su taller.

La vocación de Escribà era la escultura, pero la muerte de sus dos hermanas le llevó a encargarse del negocio familiar. Durante 60 años estuvo al frente de su establecimiento en la Gran Vía de les Corts Catalanes de Barcelona y nunca abandonó su profesión. La familia Escribà abrió otro establecimiento y un restaurante en Barcelona.

"Incluso después de jubilado seguía trabajando en su taller de pintura", explicaba ayer su hijo Cristian. "Él era el jefe de la casa. Todos los años pintaba más de 1.500 huevos de gallina, que vaciaba y decoraba personalmente". Algunos de estos huevos los regalaba a sus clientes predilectos.

Su gran obsesión fue el chocolate, que lo hizo famoso internacionalmente. Presumía de haber dado decenas de conferencias por todo el mundo. Una de sus especialidades eran las monas de Pascua -un trabajo de pastelería típicamente catalán-, que le permitían exprimir su faceta de artista plástico. Escribà convirtió los tradicionales pasteles de bizcocho coronados por el huevo y la pluma en auténticas obras de arte, algunas tan conocidas como la que reproducía en chocolate el David de Miguel Ángel. Una de las más populares, sin embargo, fue la del futbolista Maradona, en la que invirtió cerca de 30 horas de trabajo.

Estatua de Colón

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Pablo Picasso fue uno de sus clientes. Escribà le diseñó en una ocasión una estatua de Cristóbal Colón con un huevo del que salía un dedo. Al artista le gustó tanto que se la cambió por un cuadro.

Durante su juventud, Escribà trabajó en París, donde conoció a su esposa, y de allí importó algunas técnicas de la pastelería. "Fue una persona que desarrolló las técnicas del chocolate artístico que nacieron en Barcelona y enseñó a pasteleros de todo el mundo. Era genial, y la genialidad la transportaba a los pasteles y chocolates", explicaba ayer otro maestro del chocolate, el también catalán Enric Rovira, reivindicando el libro Felices Pacuas, "donde

Escribà explica estas técnicas del chocolate, que hoy todavía están vigentes".

Escribà era un hombre práctico. "Si la pastilla de chocolate, cuando la rompes, no hace crac, no vale la pena comprar la tableta. El chocolate debe ser hecho para comer y cuanto menos tiempo de fabricación pase, mejor se fundirá en la boca. Eso nos lleva al chocolate artesano", explicaba a este diario hace un año Antoni Escribà.

El pastelero recibió el pasado mes de mayo la medalla de oro al mérito cultural del Ayuntamiento de Barcelona, en reconocimiento a su dedicación durante 60 años al arte de la confitería y de la pastelería y a su aportación "al prestigio de la cultura gastronómica de Cataluña y a la fecundidad imaginativa desbordante de sus creaciones arraigadas en las tradiciones populares y festivas de Barcelona". La continuidad de la pastelería Escribà queda asegurada por los hijos de este mago del chocolate.

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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