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Reportaje:PARQUES DE MADRID | Quinta de los Molinos

Un jardín mediterráneo y olímpico

Esta zona verde de paisaje levantino albergará la Oficina de Madrid 2012

Uno de los parques más desconocidos de Madrid, que no el más pequeño con sus 21 hectáreas de extensión, es el denominado Quinta de los Molinos, al noreste de la ciudad, entre el polígono industrial de Julián Camarillo y algunas áreas residenciales cercanas a la autopista de Barajas. Se despliega a lo largo de una superficie situada entre la prolongación de la calle de Alcalá y la de Juan Ignacio Luca de Tena, y las de Miami y Doctor Zamenhoff, vía ésta dedicada al inventor del lenguaje esperanto. Se trata de un parque histórico edificado sobre unos solares del conde de Torre Arias que, en 1920, regaló al arquitecto alicantino César Cort Botí.

La nostalgia por su terruño llevó al propietario levantino a intentar reproducir en la periferia capitalina y sobre una superficie de 28,6 hectáreas, un escenario similar al de su tierra. Para ello, dispuso la distribución del parque al anhelado modo de bancales, en esta ocasión no escalonados, con el almendro como árbol dominante y distribuido en nueve cuadrantes donde los árboles de la flor rosada quedaron alineados en filas de hasta veinte unidades.

Dos arroyos surcan el parque, que cuenta con molinos, bancales, albercas, cuevas y un gran estanque

Los cuadrantes ocupan ambos márgenes en torno a un camino adoquinado que cruza en diagonal el parque, flanqueado por arbustos de espliego y otras perfumadas especies, jalonados además por plátanos de sombra, en una primera fila, pinos después y una sinfonía de mimosas y otros arbustos tapizantes de gran belleza. Para atenerse al paisaje alicantino, el parque cuenta también con olivos y no resulta difícil durante el paseo topar con el plateado tronco de un álamo blanco surcado por trazos de enamorados.

La marcha puede iniciarse desde la entrada por Alcalá, saludada a izquierda y derecha del paseante por hileras de almendros. Su contemplación permite evocar los suaves bancales que descienden desde el litoral hasta el mar inmenso en Alicante. A lo largo del paseo cabe contemplar algunas cuevas de piedra cuya entrada aparece camuflada por brillante hiedra. Dos molinos, con los cuales se extraía agua de manantiales del subsuelo, se alzan en distintos puntos del parque. Los arroyos Trancos y de la Quinta surcan el parque, donde existen varias albercas y un estanque de 2.000 metros cuadrados de superficie, hoy llenos de agua necesitada de renovación.

Toda la jardinería ha sido cuidadosamente innovada por un equipo de hasta 14 jardineros y podadores adscritos al departamento municipal de Parques y Jardines, que hace años puso su más celosa atención y sus recursos en recuperar para Madrid este bello parque, que alberga también en su interior un palacete racionalista, erigido en torno a 1925 y con rasgos estilísticos del movimiento arquitectónico denominado Secesión Vienesa, encabezado entonces por el arquitecto austríaco Hoffman. El pabellón, de tres pisos y cinco alturas, con una linterna central que lo corona, ha sido restaurado por la empresa Ortiz, con un presupuesto de 1.801.821 euros, y se halla a punto de recibir un importante cometido: la Oficina Olímpica de Madrid 2012.

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César Cort Botí mantuvo la propiedad del parque hasta su muerte, en 1978. Cuatro años después, sus familiares lo cedieron al Ayuntamiento. De sus 28,6 hectáreas de superficie, 21 serían destinadas a parque y el resto, a viviendas residenciales. Durante años, la Quinta de los Molinos albergó un taller de jardinería instalado sobre la llamada Casa del Reloj. Se trata de una construcción de dimensiones reducidas, techada con tejas y de muros en color rosado. Dentro, hasta cuarenta jóvenes de edades comprendidas entre 16 y 24 años, participan en un proyecto de formación ocupacional y aprenden albañilería, solado, alicatado, electricidad y otras disciplinas relacionadas con la construcción. Sus enseñanzas las aplican a la propia reconstrucción de la casa, por donde desfilan alegremente tocados con cascos. El proyecto es fruto de un convenio entre Parques y Jardines y la Consejería de Trabajo y ha sido dotado con un presupuesto de 810.288 euros.

Decenas de vecinos del barrio transitan por las ensenadas de este parque y se recrean en la contemplación de sus setos y zonas ajardinadas, con flores de tonos intensamente coloreados. El paseo proporciona al visitante la sorpesa de saberse en medio de una suerte de ínsula mediterránea, sin que la mirada descubra apenas edificación distinta de las que el parque albergó desde hace 80 años.

Uno de los tesoros que esconde el parque es una construcción en forma de U, en ladrillo y piedra, que rematada por un pequeño pabellón rosado, con cinco huecos, en su extremo. Se encuentra situada cerca de lo que se denomina palacete y más próxima todavía de uno de los dos molinos que jalonan el parque.

Envuelta por una grada de poca altura, su superficie de 65 pasos por 30 está cubierta por césped, que crece profusamente sobre un terreno de la que fuera una de las primeras pistas de tenis de Madrid, tras una que albergó el palacio Real. Unos señalan que fue construida por el conde de Torre Arias, primer propietario de la finca y otros aseguran que data de la época en que la finca fue cedida a César Cort, en torno a 1920. Se trata de una construcción también racionalista, insólita en Madrid, pintada hoy en rosa suave y blanco,alrededor de la cual cabe imaginar los ritos del entonces incipiente deporte del tenis, traído a España por ingleses instalados en las minas de Río Tinto, en Huelva.

En cuanto al palacete, en el caso de que Madrid sea designada en Singapur, en julio de 2005, sede olímpica para 2012, albergará la oficina coordinadora de los Juegos en sustitución de un chalé de Aravaca donde hoy se aloja.

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