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Crítica:TEATRO | 'La Orestiada'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cuando rugen las furias

Esquilo representaba juntas las tres partes de La Orestiada, unas seis horas en el idioma y con la que parece ser lentitud de hace dos mil quinientos años; Carlos Trías nos favorece reduciéndola a menos de dos horas y dándonos la garantía de su conocimiento y su idioma; a los que se une la capacidad de dicción de los actores elegidos y dirigidos por Mario Gas, e incluso por él mismo: buenas y bellas voces, con la molestia de la opacidad que da el micrófono y de la inseguridad del sitio desde donde se habla, puesto que todo suena igual. Mario Gas suele ayudar sacándoles a primer término y por la forma en que descompone la tragedia en monólogos; y eso que a Esquilo se le toma por el creador del diálogo en la tragedia.

La Orestiada

De Esquilo. Reducción de Carlos Trías. Intérpretes (con micrófono): Damiá Barbany, Jordi Boixaderas, Mario Gas, Emilio Gutiérrez Caba, Maruchi León, Anabel Moreno, Ricardo Moya, Gloria Muñoz, Cicy Peña, Constantino Romero, Teresa Vallicrosa. Escenografía y vestuario: Antoni Belart. Dirección: Mario Gas. Centro Cultural de la Villa de Madrid.

La actualización del texto se inclina hacia toda la vocación del siglo XX de acabar con las guerras, acentuada ya en este XXI. Tomo esta frase del programa (anónima): "Pero las furias Erinias rugen, no quieren sacrificar su derecho fundamentalista y feminista a la vindicación del asesinato, a la nueva lógica de la paz": la cito para quienes hayan visto la obra sin enterarse, como yo mismo, o para orientar a los que puedan ir: más aún si se dice al final que Palas Atenea, al absolver a Orestes del asesinato de su madre, convierte a las Erinias en Euménides: es decir, "en diosas benéficas, despolitizadas". Siempre entendí que con uno u otro nombre fueron siempre "fundamentalistas", fueron siempre las Furias, y que pasar a llamarlas Euménides fue sólo un eufemismo para que no se enfadaran demasiado. Como en algunos países se llama Benefactor al Tirano. Por lo demás, después del happy end, bello discurso pronunciado por el propio Gas, sabemos que la historia sigue, que la cuestión de Electra y Orestes se va a convertir en otro desarrollo freudiano -el complejo de Electra-, que Sófocles y Eurípides tenían otra visión del mismo enojoso asunto de Micenas y que, en fin, pasan los milenios y que en noviembre se va a votar Bush y su cuarteto para decidir si son Erinias o Euménides: las mismas furias con distinto nombre. El ruido de tanques y explosiones al final de esta representación, tras el discurso de Gas / Esquilo lo mantiene así.

Todo pasa bien en escena. Alguna confusión entre vivos y muertos, entre dos personajes que representan uno solo, entre los trajes a los que yo no encontré relación ninguna con lo que se dice en la obra, y entre las palabras de la traducción en ese lenguaje bien aceptado que, sin ser cotidiano, tampoco es arcaico: una convención. Tampoco sé si el decorado con burladeros y tablas de plaza de toros y un círculo en el centro evoca deliberadamente una plaza de toros, como ya hizo también con el enojoso asunto de Troya el director Francisco Vidal (Troquilo y Crecida), en cuyo caso no encuentro bien la metáfora, o es simplemente un forma estética.

Gustó en la noche del estreno oficial: tuvo todo el éxito que se merece, incluso más; los actores pudieron saludar con el orgullo de haber hecho una interpretación ejemplar, incluso los que tienen grandes nombres de primeras figuras.

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